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Durante la semana pasada se ha hablado en diferentes medios y redes sociales sobre la serie Adolescence donde se visibiliza los estragos y sufrimientos padecidos por el colectivo adolescente derivados del acoso entre otras problemáticas. Aunque varias críticas han apuntado la falta del documental en mostrar actuaciones que sí están ayudando a mejorar esta realidad, y la importancia social de visibilizar las actuaciones que, si están mejorando la superación de la violencia, y la mejora del bienestar del alumnado.

Frente a esa representación incompleta, el estudio científico “The Healthy Effects of MeToo Schools: A Qualitative Analysis of Six Schools Implementing the Zero Violence Brave Club” ofrece un necesario contrapunto: demuestra que sí existen actuaciones de éxito, aplicadas y con resultados de impacto social comprobables en la mejora del bienestar del alumnado. El artículo publicado en la revista científica Healthcare no solo confirma que la violencia escolar afecta gravemente la salud física y mental de niñas, niños y adolescentes, sino que también muestra cómo programas como el Zero Violence Brave Club, alineados con los objetivos de MeTooSchools, generan entornos seguros donde las relaciones de apoyo reemplazan al miedo.

Los resultados del estudio son contundentes: tras la implementación del Zero Violence Brave Club, las y los docentes reportan una disminución significativa de síntomas físicos y emocionales asociados a la exposición a la violencia. Casos frecuentes como el dolor abdominal, el insomnio, la ansiedad, el aislamiento, la tristeza, las autolesiones o incluso el rechazo a asistir a la escuela comenzaron a reducirse de manera visible. Lo más relevante es que esta mejora no se limita únicamente a quienes sufren la violencia de forma directa; también se extiende a quienes la presencian, quienes, según los testimonios, llegaban a somatizar el malestar del entorno con síntomas similares. La creación de un clima escolar seguro, protector y solidario tiene un efecto transformador que alcanza a toda la comunidad educativa.

Uno de los aspectos más transformadores del Zero Violence Brave Club (ZVBC) es su capacidad para ayudar al alumnado a romper el silencio y denunciar situaciones de violencia, ya sea en la escuela, en el hogar o en otros entornos. Al fomentar una red de apoyo entre iguales, el programa permite que niñas y niños encuentren un espacio seguro donde expresar lo que viven, lo que ha resultado clave para dejar de somatizar el sufrimiento. El ZVBC no funciona como una actividad puntual, sino como una actuación transversal que impregna la vida escolar, reconfigurando las relaciones entre estudiantes, profesorado y familias. Basado en la socialización preventiva de la violencia de género y en el modelo dialógico de resolución de conflictos, promueve vínculos afectivos sanos, rompe con las dinámicas que normalizan la violencia y reorienta el deseo colectivo hacia formas de convivencia éticas y no violentas. Esta línea de acción coincide plenamente con el movimiento MeToo Schools, que desde 2024 exige implementar solo aquellas medidas con aval científico y evidencia de impacto social. El estudio confirma que las escuelas que aplican el ZVBC con coherencia no solo previenen el acoso, sino que logran mejorar significativamente el bienestar de todo el alumnado, consolidándose como entornos donde crecer con dignidad, libertad y protección real.

El estudio ha sido elaborado por un equipo interdisciplinar de investigación compuesto por Aitor Galar, Paula Cañaveras, Cristina Pulido, Ane López de Aguileta, Garazi López de Aguileta y Ramon Flecha. Las y los autores proceden de diversas universidades españolas:  la Universidad de Barcelona,  Universidad Rovira i Virgili, la Universidad Autónoma de Barcelona, de diferentes disciplinas sociología, educación y comunicación, con una amplia trayectoria en investigación aplicada a la mejora de los entornos educativos, la prevención de la violencia y la generación de impacto social basado en evidencia científica.

 

 

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