
Raimunda Elías es la primera mujer española que pilotó un avión sin motor, fue la primera que obtuvo autorización para dirigir planeadores.
Nació el 12 de junio de 1914 en Arbeca, Lérida. Estudió Magisterio en Barcelona. A sus padres les parecía bien que se dedicara a la enseñanza, ya que consideraban que era una tarea femenina, así que recomendable para una mujer. Sin embargo, su pasión era la aviación. Un mundo nuevo y moderno al que no le resultaba fácil acceder por su condición de mujer.
Se asoció al Aero Club de Cataluña, donde comenzó a recibir sus primeras lecciones de vuelo sin motor. En aquel tiempo, esta actividad estaba vetada a las mujeres. Era decidida y osada, de modo que se hizo pasar por hombre bajo el nombre de Raimundo, aunque sólo lo consiguió durante unos meses. Cuando en las clases sus profesores se dieron cuenta del engaño, trataron de expulsarla, pero, tras numerosas quejas, escritos y continuos enfrentamientos, Raimunda logró su objetivo y fue admitida de modo definitivo en el Club.
Compaginaba su trabajo como profesora de la Escuela Normal de la Generalitat con su pasión por pilotar planeadores. Participaba en exhibiciones de vuelo y en la realización de ejercicios de pilotaje. Volar le proporcionaba una gran sensación de libertad, y no se cansaba de explicar lo increíble que le resultaba sentirse como un pájaro del aire.
Raimunda Elías intervino, entre el 5 y el 12 de abril de 1936, en la II Semana Nacional deVuelo sin Motor en el campo de Monflorite, perteneciente al Huesca Aero Club.
Raimunda Elías pensó en obtener el título de piloto de aviones a motor, pero el enorme coste económico que suponía y el inminente estallido de la Guerra Civil se lo impidieron. Así que siguió trabajando en la formación de jóvenes pilotos.
Con ello Raimunda Elías contribuyó de manera esencial a dar a conocer esta modalidad de la aviación civil a nivel nacional. Abogó por la impartición de clases de gimnasia, meteorología y construcción aerodinámica como complemento a la formación profesional, y contribuyó a recuperar aparatos de vuelo dispersos en varios aeroclubes catalanes, llegando a realizar talleres de reparación de este tipo de instrumental.
Su sueño de volar permanecía vivo aunque la guerra impidiera dirigir un planeador. A partir de entonces, y siempre desde el exilio, continuó con su trabajo de educadora, comprometida como estaba en la formación de las mujeres y en la lucha por sus derechos como ciudadanas.
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