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Center Child Development - University of Harvard

La relación entre el entorno en el que crecemos y el desarrollo humano es un tema crucial para entender cómo nuestras comunidades y sociedades contribuyen a fomentar la salud y el bienestar a largo plazo. El informe titulado Place Matters: The Environment We Create Shapes the Foundations of Healthy Development (El lugar es importante: El entorno que creamos define los pilares del desarrollo saludable) publicado por el Centro de Desarrollo Infantil de la Universidad de Harvard, aborda esta conexión y su correlación con la prevención de la violencia. Sin duda un tema muy importante a tener en cuenta en el diseño de políticas públicas y la implementación de estrategias de intervención social. 

El informe Place Matters se enfoca en la importancia del entorno físico y social en el que vivimos durante la infancia por el impacto que este pueda tener en nuestro desarrollo cognitivo, emocional y social. Los niños y las niñas no se desarrollan en el vacío, su crecimiento se ve moldeado por una combinación de factores como la calidad del aire, la seguridad del vecindario, el acceso a espacios verdes, la disponibilidad de alimentos nutritivos y el apoyo de una comunidad cohesionada. Los estudios han demostrado que vivir en un entorno de alta calidad puede facilitar el desarrollo cerebral saludable, mientras que la exposición a ambientes estresantes y adversos pueden tener efectos perjudiciales a largo plazo. Esto incluye problemas de salud mental, mayor susceptibilidad a enfermedades físicas y mayor susceptibilidad a desarrollar conductas violentas en el futuro.

En relación a la violencia, el informe expone cómo la exposición temprana al estrés tóxico, como la violencia doméstica, el abuso infantil o la inseguridad alimentaria y habitacional, puede afectar al desarrollo neurológico de las niñas y los niños. Cuando se les expone a niveles altos de estrés sin el apoyo adecuado y seguro por parte de adultos, sus cerebros se pueden desarrollar de manera diferente, priorizando respuestas de “lucha” o “huída” y resultar en una mayor reactividad emocional, dificultades en la autorregulación y problemas de comportamiento. 

Crear comunidades seguras y de apoyo no solo fomenta un mejor desarrollo cognitivo y emocional, sino que también actúa como un factor protector contra la violencia. En este sentido, cabe dejar claro que las Comunidades de Aprendizaje han demostrado con evidencias de impacto social conseguir extender la transformación profunda de la escuela al resto del barrio y entorno que las rodea, independientemente de las características del mismo y si se trata de zonas con población en riesgo de exclusión social y problemas de violencia o entornos, a priori, más seguros. 

El informe destaca algunos aspectos a incluir en las estrategias que se pueden sumar para mejorar el entorno: 

  1. Invertir en Infraestructura Comunitaria: Mejorar la calidad de los espacios públicos, como parques y áreas recreativas, ya que éstos son posibles espacios de socialización para las y los menores que pueden contribuir a reducir el aislamiento y la alienación que a menudo sufren. 
  2. Mejorar la Seguridad del Vecindario: Iniciativas comunitarias que aumentan la seguridad, como mejorar la iluminación en las calles, programas de vigilancia comunitaria y actividades juveniles que pueden disuadir de la delincuencia y generar un sentido de pertenencia a la comunidad. 
  3. Acceso a Servicios de Salud Mental y Apoyo Social: Si el acceso a los servicios de salud mental y programas de apoyo para las familias es fácil y eficiente, ayudará a mitigar los efectos del estrés tóxico. Los centros comunitarios que ofrecen recursos y apoyo pueden actuar como un amortiguador frente a los factores estresantes.
  4. Políticas de Vivienda Asequible: Garantizar viviendas seguras y asequibles, además de un derecho básico, es una de las estrategias más efectivas para reducir el estrés en las familias. La estabilidad en la vivienda está asociada con un menor riesgo de violencia doméstica y mejor salud mental.

El informe también subraya que, si bien el entorno puede ser de riesgo y aumentar la vulnerabilidad a la violencia, también tiene el potencial de ser un factor de resiliencia, es decir, las comunidades que promueven valores como la solidaridad, la inclusión y ofrecen recursos educativos y alternativas de ocio sanas, crean un entorno donde las niñas y los niños pueden prosperar a pesar de enfrentar desafíos. Las intervenciones tempranas para mejorar el entorno de un o una menor pueden cambiar su trayectoria de desarrollo. 

El entorno en el que crecemos puede influir en nuestra salud y desarrollo. Mejorar los entorno físicos y sociales donde viven menores, juega un papel importante en la prevención de la violencia y la construcción de una sociedad más saludable. La prevención de la violencia es un compromiso social y crear entornos que acompañen el bienestar de la infancia es una de las estrategias a tener muy en cuenta para lograrlo. 

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