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Una de las acusaciones de los acosadores al único centro de investigación que defendía a sus víctimas era que obligaba a sus miembros a jornadas extenuantes. Cualquiera que consultara su web, siempre abierta al público, podía ver la lista de sus miembros donde había toda la gama desde quienes no dedicaban ni una sola hora en todo el año hasta quienes investigaban con tanta dedicación como quienes inventaron las vacunas que nos salvaron de la pandemia COVID-19.

La totalidad de sus miembros tienen una cosa en común: la libertad plena para decidir cuánto dedican, en qué y cuándo. Quienes dicen lo contrario mienten, saben que mienten y lo hacen para esconder comportamientos inconfesables. No solo ejercen esa libertad, sino que ha sido el centro pionero para lograr esa libertad en otros centros donde no existía y sí tenían normalizado el acoso laboral y sexual.

Hay quienes dicen esa mentira o dicen que “se dice que” y luego se defienden afirmando que es que no lo sabían o que alguien se lo dijo. No hay disculpa, quienes han dicho eso o han callado ante quien lo decía son cómplices activos de la violencia de género aisladora contra sus miembros y, por tanto, de los acosos a las víctimas y supervivientes a quienes el centro ha apoyado.

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