
Fue más conocida que su amiga Hedwig Conrad-Martius, de la que hemos hablado en otro artículo. Edith Stein nació en 1891, en Breslau, en el seno de una familia judía. Estudió germanística e historia con el propósito de hacerse maestra. Quería ser independiente económicamente. Pero lo que verdaderamente le gustaba era la filosofía. Acudió en Gotinga a las clases de Edmund Husserl. Le interesaba la fenomenología, quería llegar «a las cosas mismas».
Para su doctorado con Edmund Hursserl eligió como tema: el problema de la empatía. En 1916 defendió su tesis doctoral, obtuvo la nota máxima, summa cum laude.
Edith Stein se tomó muy en serio la actividad de pensar de manera rigurosa. Decía que «la filosofía no es una cosa del sentimiento, ni de la fantasía, ni del entusiasmo que vuela muy alto, ni de la opinión personal, de una cuestión de gustos, sino que es una cosa de la razón que investiga serena y seriamente.» Una de las cuestiones que investigaba era el intento de explicar la religión desde la razón. En su tesis doctoral, Edith Stein investigó el tema de «la empatía». La pregunta básica que formulaba era: ¿cómo conozco a las otras personas y a mí misma? Según su opinión, el cuerpo juega en ello un papel importante. La mímica y los gestos ayudan a comprender a una persona y los motivos de su comportamiento.
Un segundo tema que ocupó a esta filósofa fue la diferencia entre sociedad y comunidad. «Allí donde una persona es en relación a otra como sujeto al objeto, es decir, allí donde una persona estudia a la otra, y en función del conocimiento adquirido hace que la otra actúe como ella quiere, allí viven juntos en una sociedad. En cambio, allí donde un sujeto toma al otro también como sujeto y no está frente a él, sino que vive con él, allí constituyen juntos una comunidad». A partir de esta distinción, elabora una imagen muy negativa de la sociedad. En ésta, según su opinión, un individuo no toma al otro seriamente, como una persona de verdad, sino que lo trata como si fuera una cosa, un objeto. Para Edith Stein, debemos valorar más la comunidad que la sociedad, porque cada individuo es tratado en ella seriamente, con respeto, como una persona, y la colectividad crece. La comunidad, que es lo más elevado, es la que se compone de miembros libres, y la que se mantiene unida por un motivo o sentido vital interior.
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