Está recorriendo los whatsapps de familias de muchas escuelas de Barcelona un mensaje sobre un presunto intento de un hombre de llevarse un niño de un centro educativo. Las personas de ese centro han enviado información, incluyendo foto del supuesto delincuente, a familias de otros centros. Aunque las informaciones posteriormente recogidas han llevado a dudar de si quería llevarse el niño o limitarse a robar cosas, la alarma y preocupación reflejada en los mensajes ha sido muy intensa. Imaginarse la posibilidad de que una de sus hijas o hijos pudiera sufrir secuestro y quizá formar parte del creciente tráfico sexual de niñas y niños, una vez alejada esa posibilidad, podría llevarnos a ser más conscientes y sensibles a los millones de niñas y niños que son objeto de ese tráfico.
Una bolsa de coca se vende y genera ingresos una sola vez, a un solo consumidor; una niña se vende muchísimas veces, incluso cuatro o cinco en una sola noche. Algunas de esas niñas y niños, tras ser vendidas durante años para el sexo, son luego producto del mercado de órganos. El tráfico sexual de niñas y niños tiene mayores dimensiones que el de droga y crece con muchísima mayor rapidez hasta superar el número actual de esclavismo sexual al que hubo cuando la esclavitud era legal. Si crece, en lugar de disminuir, quizá debiéramos preguntarnos qué es lo que estamos haciendo mal y cuáles son las acciones que logran que disminuya.
Quizá algunas personas piensan que no es un gran problema de nuestras sociedades ricas, que no podemos hacer nada desde nuestros centros educativos. El error de esa perspectiva es no darse cuenta de que los mayores consumidores de ese tráfico sexual de niñas y niños son precisamente de nuestras sociedades ricas y han estudiado en nuestros centros. El error de creer que la violencia sexual, la sustitución del placer del sexo por el placer del poder, se genera sólo o principalmente en la pornografía oculta que principalmente se genera por el discurso coercitivo que impone e incluso llama libertad a las relaciones afectivo-sexuales con quienes desprecian e insultan a sus parejas ocasionales. El error de atribuir un gran nivel intelectual a los máximos defensores de la pederastia como Foucault contribuye muy poderosamente a todo tipo de abuso sexual de niñas y niños incluyendo el tráfico sexual y el de sus órganos.
Son imprescindibles las evidencias científicas para mejorar nuestra salud superando todo negacionismo. Son imprescindibles las evidencias científicas para una educación preventiva del muy creciente tráfico de niñas y niños.
Primero del mundo en los rankings científicos internacionales en la categoría “Gender Violence”
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