Cuando cae un avión se revisa todo el proceso que ha llevado a esta situación para tratar de evitar que algo así pueda volver a suceder, tanto a nivel técnico como humano. En cambio, ante sucesos de parricidio nunca se analiza qué podrían haber hecho desde múltiples espacios como las escuelas, las empresas, las universidades, etc. para evitar y poner fin a estos comportamientos y prevenir así los de otros.
La publicación en los medios casos de parricidio o de violencia de género hace frecuentemente referencia al origen del parricida en caso de que provenga de origen inmigrante o de clase social baja o sin estudios y entonces hay quienes aprovechan para proponer cambios como la eliminación o la reforma de los servicios dedicados a la inmigración o los sectores desfavorecidos. Sin embargo, el parricida aparece en los medios como un individuo aislado cuando es alguien que no pertenece a esos sectores sociales y que incluso dispone de un título universitario.
En el último presunto caso, parece que el parricida estudió en universidades de otros países y también en una universidad catalana en la que sacó la licenciatura en economía, lo que rompe con los estereotipos reiterados que tipifican a los maltratadores en origen, clase y nivel de estudios. No se analiza si en la facultad en la que obtuvo el título de licenciatura o en las empresas en las que trabajó había o hay algo que no funciona adecuadamente en relación con la violencia de género. Tampoco se proponen reformas para que, en en los sitios que ese parricida se ha formado y trabajado, se lleven acciones para contribuir en lo posible a que no haya nuevos casos.
Rompiendo los prejuicios y desarrollando mecanismos rigurosos que vayan a la raíz del problema analizando las trayectorias y las interacciones que pudiendo prevenir dichas actitudes han decidido mirar hacia otro lado o potenciarlas, podremos actuar ante este problema que está acabando con la vida de niños y niñas.
Coordinadora del Metoo University