
La trata de personas es uno de los problemas más graves de nuestro tiempo. Según las investigaciones, actualmente hay aproximadamente 30 millones de personas esclavas en todo el mundo. Aproximadamente el 80% son mujeres y, de esta cifra, alrededor de la mitad son menores. La edad media en que una niña es forzada a la prostitución es de 12 a 13 años. En EE.UU., la organización Polaris, informa haber registrado sólo en el año 2018, 7.859 casos de explotación sexual. El Departamento de Estado asegura que las consecuencias de la pandemia de COVID-19 han multiplicado la necesidad de que todos los agentes involucrados en la lucha por la erradicación del tráfico de personas coordinen sus esfuerzos más que nunca, pues quienes trafican con seres humanos se aprovechan de su vulnerabilidad y esta situación está aumentando preocupantemente el riesgo de muchas personas.
Hay quien puede pensar que la trata de personas es un problema que sólo a agencias institucionales y/o organizaciones proderechos incumbe, pero nada más lejos de la realidad, las acciones a pequeña escala pueden marcar la diferencia a gran escala. Esto es así porque el resto de personas podemos ser testigos privilegiados de que algo está ocurriendo cuando coincidimos en espacios como el vecindario, un viaje o desarrollamos nuestro trabajo, etc., si bien es verdad que para involucrar a la comunidad es necesario proporcionar información sobre aspectos como dónde tiene lugar la trata, qué situaciones incrementan la vulnerabilidad y el riesgo de ser víctima y qué podemos hacer al respecto para ayudar.
Un ejemplo de esto último es el colectivo, Truckers Against Trafficking (TAT), profesionales del transporte que se propusieron colaborar con las fuerzas del orden público en la identificación y denuncia de la trata de personas. En el mundo de las personas que se dedican al transporte, este movimiento resulta de suma importancia por muchos motivos. Primero, como ya publicaba DF en un anterior artículo, porque la valentía de este colectivo rompe con el estereotipo de los camioneros que se podría tener desde una perspectiva reduccionista. Segundo, porque un hombre en un camión que ve un movimiento extraño en una furgoneta, en una camioneta o en otro camión, etc., puede coger el teléfono y llamar a las autoridades y así demostrar su posicionamiento, valor y determinación en ese momento para salvar vidas, las de mujeres y niñas víctimas de trata con fines de explotación sexual.
El impacto de esta organización, no sólo se cuenta en el creciente número de casos de supervivientes gracias a la intervención de alguno de sus miembros en el momento en que se encontraban siendo explotadas sexualmente, sino que es cada vez mayor porque progresivamente, se van uniendo cada vez más empresas. Este es el caso de PLH group, un holding de 11 empresas líderes del sector energético y de la construcción que recientemente se ha unido a la lucha de TAT.
Elsie Bentley, vicepresidenta de Seguridad, Salud y Medio Ambiente de PLH Group, declaró: Desde los servicios de construcción de líneas eléctricas y tuberías, hasta el trabajo contra incendios y tormentas, nuestros equipos están en la carretera todo el día, todos los días, en todo EE.UU. e incluso Canadá. En este sentido, se trata de un enorme potencial de impacto si quienes, tal y como dice en su comunicado PLH, son los ojos y oídos de las carreteras del país, se suman a la lucha mundial contra el tráfico sexual de mujeres y niñas.
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