Fueron halladas muertas una encima de la otra. Ya eran muy mayores, 83 y 90 años respectivamente, y fue la mujer de las faenas la que despertó la alarma. Llevaba un rato llamando a la puerta sin obtener respuesta cuando decidió avisar a las autoridades. Ni más ni menos que bomberos, mossos y agentes municipales acudieron a la vivienda, un piso en Girona, y hallaron el triste cuadro.
Puesto que no existían signo de violencia alrededor, se coligió que una debió de caer al suelo, su hermana intentó levantarla, pero cayó asimismo sin que luego pudiera alzarse. Accidente ocurrido cuatro o cinco días antes. Produce escalofríos imaginar la muerte lenta de ambas, con pleno conocimiento y jadeando hasta extinguirse. Primero una, después la otra con una agonía aún más larga y angustiosa.
Cuesta explicarse que en este tiempo nuestro no contaran con la tele asistencia, este pulsador amigo de la gente mayor, el que presta ayuda en caso de peligro. Es de suponer que ambas se sentían seguras una junto a la otra, viviendo en harmonía y sin problemas económicos, ni de salud que fueran graves, disponiendo de una asistenta una vez a la semana para conservar su vivienda adecuadamente. No contaban con la mala suerte en forma de una doble caída. Fueron imprudentes, confiaron en exceso en sí mismas porque sin duda no les pesaban los años, y porque la mayoría de las mujeres están muy acostumbradas a valerse por sí solas. Al fin murieron juntas, un desenlace que hubiera sido bello de no resultar tan doloroso.
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