La organización nacional Canadian Women’s Foundation (CWF) dedicada a mejorar la vida de mujeres y niñas nació fruto de una conversación en 1986 entre dos amigas de la infancia, Nancy Ruth y Susan Woods. En aquella época aún no existía en Canadá ninguna organización dedicada a promover la igualdad de género.
Una de las ideas sobre cómo se podría contribuir en este sentido había surgido en otra interacción, varios años antes, con Rosemary Brown, una filántropa y feminista británica formada en Columbia, que apostaba por redirigir muchas de las donaciones caritativas que se realizaban, para ayudar a las mujeres a alcanzar la igualdad de género, ya que en aquel momento sólo el 2% de las ayudas económicas iban destinadas a servicios dedicados a mujeres y niñas. Así, y a través de las subvenciones a asociaciones comunitarias de base, veían la posibilidad de favorecer el cambio social.
Semanas más tarde de aquella conversación todo comenzó a cobrar forma hasta convertirse en la que es hoy en día una de las fundaciones más grandes del mundo y cuyo principal objetivo es erradicar el sexismo en Canadá. Gracias al apoyo de las personas y entidades donantes, CWF ha recaudado más de 100 millones de dólares y financiado más de 1.950 programas en todo el país. En la actualidad financian programas para acabar con la violencia contra las mujeres y la pobreza, y por el empoderamiento de las niñas y el liderazgo inclusivo.
Basándose en las evidencias existentes sobre cómo el aislamiento social y la crisis desencadenada por la pandemia del COVID-19 pueden provocar un aumento de la violencia de género, la fundación lanzaba la campaña Signal for Help (Señal de Ayuda). El propósito de esta iniciativa es el de ayudar a las personas en riesgo de sufrir abusos y violencia y proporcionarles una forma segura de pedir ayuda durante el aislamiento social si están siendo víctimas de ello, en caso de que sí puedan hacer videollamadas o encontrarse con alguien, dando significado social a un gesto manual. Signal for Help se dirige también a quienes han presenciado cómo alguien ha hecho uso del conocido código y proporciona una serie de consejos al respecto como, por ejemplo, llamar a los servicios de emergencia locales (policía, bomberos, ambulancia, etc.). Otro consejo en este sentido es llamarles y hacerles preguntas que puedan responderse con un “si” o un “no” y de esta manera reducir el riesgo por si alguien está escuchando. La recomendación de la campaña es que, si no hay otra forma de comunicación posible que los mensajes de texto, whatsapp, correo electrónico o redes sociales, es más seguro para la víctima que sean lo más generales posible: “¿cómo estás?”, “¿puedo ayudarte?”, “ponte en contacto conmigo cuanto antes”. Otro recurso de ayuda que se ofrece es un listado de entidades de ayuda especializadas a las que se puede recurrir, entre las cuales se incluyen asociaciones de ayuda contra el abuso a personas ancianas y contra el abuso infantil.
Las organizaciones y la comunidad deben estar alerta para proteger a las personas más vulnerables de sufrir violencia teniendo en cuenta que durante el confinamiento y la pandemia se incrementaron los casos, a la vez que la particular situación de aislamiento dificultaba su detección. Sin embargo, sigue siendo imprescindible promover espacios seguros en los que ofrecer redes de apoyo y actuaciones basadas en evidencias que puedan dar respuestas exitosas para proteger a las víctimas.
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