En los últimos meses, concretamente desde que la pandemia se dio a conocer en España, todo el mundo ha estado escuchando términos científicos que probablemente nunca había oído. Tecnicismos como “evidencias científicas”, “parámetro R”, “asintomático”, “crecimiento exponencial”, “gotículas”, “tasa de mortalidad” o “tasa de letalidad”, han llegado para quedarse entre la población y es de vital importancia, desde un punto de vista crítico, conocerlos para poder tomar decisiones desde toda la libertad que el conocimiento ofrece y no dejarnos engañar por fake news o “expertos”.
En el artículo The Scientific Self-Literacy of Ordinary People: Scientific Dialogic Gatherings [La autoalfabetización científica de la gente común: las tertulias científicas dialógicas], las investigadoras se plantean la alfabetización científica de las personas no académicas mediante las Tertulias Científicas Dialógicas (TCD). Desde un enfoque comunicativo y cualitativo, se abren espacios igualitarios para la lectura de artículos científicos con personas que pertenecen a entornos socioeconómicos y educativos bajos, con el objetivo de dar a conocer los avances más recientes en temas de salud.
Debatir sobre dietas saludables, la práctica de actividades físicas o la salud cerebral; conocer la manera en la que nuestras prácticas cotidianas pueden afectar a nuestra salud y saber qué se puede hacer para reducir el consumo de alimentos nocivos o aumentar el tiempo dedicado a hacer deporte; tener a mano evidencias científicas que nos revelen tips para mejorar nuestra calidad de vida en 21 minutos, todos estos temas son comentados, explicados y desarrollados desde las vivencias de los y las participantes, sin que se imponga un punto de vista concreto.
La riqueza de estos espacios, entre otros beneficios, aporta conocimiento a todo el mundo por igual, académico o no, superando barreras como el edismo o el clasismo. Todas las personas deberíamos tener acceso a las mejores evidencias científicas, poder debatirlas, explicarlas, ponerlas en duda o en práctica. Es un derecho básico de sociedad y es como la ciencia debería funcionar: por y para la ciudadanía.
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