Es habitual, en cualquier país e ideología, que se hable más sobre la estética o las relaciones personales de las mujeres políticas que sobre su ejercicio profesional. 

Sanna Marin es la primera ministra más joven del mundo y ya está habituada a sufrir esta clásica estrategia machista de intentar cuestionar la valía de las mujeres mediante el juicio de su físico, manera de vestir, pareja sentimental, etc.  En esta ocasión, ha sido por el escote de su vestido en la fotografía que acompañaba a una entrevista en la que explicaba lo que ha implicado su gestión al frente del país en una pandemia. 

Además, según informan medios como el diario Público, la primera ministra ya había recibido otras críticas con un marcado carácter machista y clasista, puesto que también ha sido criticada por haber sido criada por dos mujeres homosexuales y por haber trabajado como cajera en un supermercado. 

La polémica en cuanto al tema del escote se ha desarrollado fundamentalmente en Twitter, pero no sólo ha habido juicios y críticas, también muchas personas se han posicionado con ella y han defendido su libertad para vestir como le guste. De hecho, muchas mujeres y hombres crearon el hashtag #imwithsanna para defender tanto la libertad de la primera ministra como la de todas las mujeres. 

Aunque ya se han producido muchos avances, parece que sigue generando cierta rabia e irritación (a personas de todos los géneros) que haya mujeres que se consideran a sí mismas atractivas, que son inteligentes y que tienen éxito.  Con estos casos vemos que es necesario seguir trabajando para que ninguna mujer tenga que recibir ataques por lo que compete a su vida personal y a su libertad para decidir. Es necesario visibilizar, como ya se está haciendo, a tantas mujeres que se ayudan unas a otras a brillar y a ser mejores, y también a tantos hombres que no se sienten cuestionados ante estas mujeres y colaboran activamente porque las mujeres podamos disfrutar de esta libertad.

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