
Numerosos medios de comunicación en Estados Unidos y el resto del mundo, dedican palabras de admiración a la Doctora Melissa Freeman quien celebra sus 65 años de práctica en medicina en la ciudad de Nueva York a sus 94 años. En la actualidad, la Doctora Freeman reparte su tiempo entre una clínica de metadona en el Bajo Manhattan y un centro en Harlem. Ahora, con la pandemia se ha tomado un descanso, pero dice sigue sana y aún vive en la ciudad.
Según conocemos de su vida notable y pionera, a Melisa Freeman le inspiró su abuelo Albert, de quien cuenta su historia como esclavo en Virginia, cuando, tanto solo siendo un niño, fue vendido y separado de su madre. Melisa narra que su abuelo, cuando se firmó la Proclamación de la Emancipación en 1863, fue a buscar a su madre, a quien tuvo que decirle que era su hijo Albert para que lo reconociera. Y cómo desde ese momento ya no volvieron a separarse. Un historia que vive con dolor, enojo y con un enorme terror que esto pasara en su país. Pero señala que, a pesar del duro comienzo en la vida, su abuelo se esforzó y logró hacer algo por sí mismo. Ahora, Melisa guarda memorables recuerdos de haber crecido en la casa del Bronx junto a él.
En cuanto a su vocación por la medicina, cuenta cómo fue su sueño, a pesar de todas las barreras existentes del momento por ser mujer, negra y con poco recursos económicos. Y lo alcanzó en 1955, graduándose en la Escuela de Medicina de la Universidad Howard en Washington D.C.
En una entrevista a la BBC, le preguntan qué hace para que después de 65 años trabajando de doctora aún siga amando tu trabajo día tras día, y Melissa responde:
«Estoy haciendo lo que me encanta hacer. Me encanta ayudar a la gente”. Entonces se le vuelve a insistir por su secreto, por su larga y feliz vida, y vuelve responder con otra gran dosis de sentido común: “Simplemente, amar la vida. Amar a las personas, y amar ayudarles”.
Quizá, también es importante revelar las evidencias científicas que podemos encontrar relacionadas con la historia de éxito de Melisa Freeman. Una de ellas, la desvelaba Rita Levi-Montalcini, Premio Nobel en Medicina en 1986, desde la neurociencia. En palabras suyas: “El progreso depende de nuestros cerebros. Y la parte más importante de nuestro cerebro, la que es neo cortical, debe usarse para ayudar a los demás y no solo para hacer descubrimientos”.
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