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En octubre del 2018, el periódico digital Anchorage Daily News (ADN) hacía un llamamiento público y convocaba a todas las supervivientes de violencia sexual en Alaska a que libremente contaran su historia, comprometiéndose a tratarla desde el anonimato, si así lo deseaban. 

Alaska, tiene la tasa de violencia sexual de EE.UU. más alta. Según un Informe publicado por el Departamento Público de Seguridad en la Oficina del Comisionado en 2017, tres veces más que el resto de la nación. El mismo medio ya había publicado varias noticias acerca de casos en los que mujeres habían sido abusadas sin repercusiones para los criminales. Esta circunstancia, unida a la ola que el movimiento #MeToo había generado en todo el mundo, impulsaron la iniciativa por parte del periódico de recoger los relatos de las supervivientes. 

Según manifiesta Charles Ornstein, subdirector gerente de ProPublica y colaborador en organizaciones locales de noticias por un periodismo de responsabilidad sobre temas de importancia para sus comunidades, éste era un tema sobre el que siempre han querido investigar más en profundidad. Sin embargo, no era una temática fácil de tratar debido a que muchas de las víctimas han sufrido graves secuelas y tenían miedo. Ch. Ornstein matiza que, aunque llevaban meses viendo cómo aparecían titulares en los que se hablaba de hombres poderosos acusados de conducta sexual inapropiada, en Alaska las sobrevivientes no podían proceder del mismo modo porque tenían problemas sistémicos muy graves que, simplemente, no existían en otras parte del país. No es casualidad, que las comunidades indígenas también se encuentren entre las más vulnerables del país, con las tasas más altas de agresión sexual, suicidio y violencia doméstica.

Uno de estos problemas, por ejemplo, eran los fallos en la respuesta y cobertura policial que habían dado lugar a una situación de total impunidad a los agresores o el hecho de que en las aldeas nativas no tuvieran acceso a un sistema de atención y protección inmediato a la hora de informar sobre una emergencia, llegando a esperar horas o días para que llegara la ayuda, en multitud de situaciones. 

Fue a través de “Lawless”, un proyecto de investigación llevado a cabo por ProPublica Reporting Network y Anchorage Daily News, que se pudo mostrar cómo las comunidades, desesperadas por la ausencia de presencia policial, han estado contratando personas cuyo perfil no debería ser admitido para este tipo de función ya que en muchos casos tienen antecedentes penales por violencia doméstica o delitos sexuales con consecuencias fatales para las víctimas de violencia sexual.

Esta investigación fue galardonada en 2019 con un Pulitzer por visibilizar la negación de los servicios de seguridad pública y la vulneración sistemática de los derechos de las personas que forman parte de estas poblaciones. No obstante, lejos de pararse ahí, el proyecto continuó trabajando en su objetivo de dar voz a las víctimas y visibilizar la violencia que sufren desde hace décadas. 

A lo largo de este último año, el medio ha podido hablar y recoger la historia de violencia de cientos de supervivientes y, aunque la mayoría de ellas han preferido seguir en el anonimato, otras se encontraban preparadas para contar su experiencia públicamente. Será ADN, que ha cuidado el formato a través del cual hacerlo de la forma en que mejor les haga sentir, la plataforma a través de la que su historia verá la luz. Según cuenta el periódico, el abanico de supervivientes es sorprendentemente diverso, hombres y mujeres de edades comprendidas entre 23 y 73 años, personas que proceden del ámbito rural y también urbano, nativas y no nativas, personas que habían recurrido a la justicia y personas, la mayoría, que no lo hicieron. 

Escuchamos una serie de temas comunes: personas que fueron víctimas una y otra vez, aquellas que no lo denunciaron porque pensaron que nadie las creería, quienes sintieron que no obtuvieron justicia a través del sistema de justicia penal aunque siguieron los pasos correctos, quienes no sentían que podían obtener ayuda y quienes sentían que la respuesta las hizo sentir peor que el abuso.

El pasado 1 de junio ADN lanzaba un extenso artículo, lleno de referencias a las diferentes publicaciones e informes que han ido realizando a lo largo de estos tres años acerca del tema, en el que cuentan parte de este camino, cómo por fin han podido reunir todas estas experiencias y que a partir de ahora comenzarán a publicar los relatos de quienes les han autorizado a ello.

Un triunfo de más de 200 personas supervivientes de violencia sexual quienes han encontrado en un periodismo valiente, comprometido con la verdad desde la investigación rigurosa, el posicionamiento a favor de las víctimas y un altavoz a través del cual romper su silencio.

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