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La alcaldesa de Washington ha hecho pintar en el asfalto ante la Casa Blanca: “Las vidas de los negros importan”, un lema que no es nuevo, sino que nació en 2014. Tampoco lo son los abusos de policías blancos contra la población negra, si bien la rodilla de un agente presionando el cuello de un negro hasta matarle ha provocado las más grandes protestas antirracistas en años. 

George Floyd habrá pagado con su vida una movilización que abarca todos los Estados Unidos y que se va extendiendo por todo el mundo. La infamia del policía homicida ha reavivado una campaña social surgida hace ya seis años bajo el emblema Black Lives Matter, coreado ahora en muchos países. Quizás las voces cada vez más fuertes logren acabar con una discriminación racial que las leyes aún no han alcanzado a erradicar. 

Las cifras relativas al racismo estadounidense han inundado sin tregua medios de comunicación, libros y revistas. El diario The Guardian, por ejemplo, publicó en 2015 algunos datos demoledores. Los jóvenes negros tienen 9 veces más posibilidades de morir a manos de la policía que los blancos, escribió. Y además, constituyendo un 13% de la población total, el doble de afroamericanos que de blancos son abatidos por policías. Un año antes había surgido la citada campaña Black Lives Matter para denunciar el racismo a la vez que como forma de resistencia por parte de la ciudadanía negra. En estos momentos, las tres letras resuenan más potentes que nunca, y ojalá sirvan para dar el empujón definitivo contra el racismo. 

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