Elisabeth Jacquet fue una mujer con gran talento para la música tanto interpretando su instrumento, el clavecín, como compositora, y perteneció al Barroco. Además, tenía una hermosa voz.
Esta compositora nació en de Saint-Louis-en-l’Île, en París, en 1665. Desde su infancia, destacó como niña prodigio. A los cinco años ya llamó la atención de Luis XIV cuando ofreció al monarca un concierto de clave. El monarca animó a su familia para que Elisabeth Jacquet cultivara sus talentos, de modo que la instrumentista vivió en Versalles con Madame Montespan, en cuya casa recibió una educación exquisita. Se la conocía como “Pequeña maravilla”.
Sus primeras composiciones eran pequeñas obras dramáticas y se interpretaban en la corte, como si fuera pequeñas óperas. También se representaban en la residencia del Delfín y en los aposentos de Madame Montespan. Asimismo, se le conoce una pastoral representada en varias ocasiones ante el rey Luis XIV.
Una de las obras que se representó en el domicilio del Delfín le reportó gran éxito, fama, y no solo en París sino también en otros países.
Posteriormente, en París siguió dando conciertos como instrumentista y como compositora con gran éxito; su fama crecía y todos los grandes músicos y entendidos acudían diligentemente a oírla tocar el clave.
Destacan sus obras: “Jeux á l´honneur e la Victoire” de 1691, o su ópera (tragédie lyrique) “Céphale et Procris” de 1694. De hecho, el “Mercure Galant” de diciembre de 1690 publicó nada menos que nueve páginas de su edición en verso calificándola de “sombra de Lully” o bien de “la compositora y músico más prominente”.
Una serie de tragedias personales la mantuvieron alejada de los escenarios, pero en 1707 reapareció con la publicación de una colección de sonatas. En esta época compone primordialmente para violín, sus obras para este instrumento se consideran unas de las más exquisitas, las “Six Sonates pour le viollon et pour le clavecin”, se aprecia en ellas
Eisabeth Jacquet de la Guerre es una de las pioneras en componer Sonatas en Francia. Se aprecia una vez más su maestría y su sensibilidad extraordinaria en el estilo italianizante de sus Sonatas para violín; crea inteligentes sucesiones armónicas, dando forma a los diversos registros estilísticos, adelantados a su época.
Sus sonatas son sin duda una contribución fundamental dentro de la evolución de la sonata francesa.
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