
Hace unos días salió a la luz la denuncia de Sarah Abitbol, la diez veces campeona de Francia de patinaje artístico por parejas, además de ganadora de varias medallas europeas y mundiales, quien relató en el libro Un si long silence (Un silencio tan largo) los abusos sufridos por su ex entrenador, Gilles Beyer, cuando tenía entre 15 y 17 años. Junto a esta denuncia, la semana pasada varios diarios franceses hicieron públicos los abusos sufridos por varias antiguas deportistas de élite francesas, nadadoras y patinadoras, acusando a Beyer y otros entrenadores de la época de similares abusos.
Ante la denuncia de estos escándalos sexuales, la ministra de Deportes, Roxana Maracineanu, criticó la “disfunción general” de la Federación Francesa de Deportes de Hielo, señaló a Didier Gailhaguet, su presidente, como responsable del regreso del entrenador Giller Beyer, en el foco de las acusaciones, y le pidió que renunciara a su puesto. Gailhaguet dimitió este sábado, según él, motivado por la presión del gobierno y los cuestionamientos sobre su gestión y encubrimiento de los abusos sexuales. El jefe de la Federación Francesa, sin embargo, no se reconoce como parte implicada y cree que es una petición injusta.
Sarah Abitbol también pedía justicia, no sólo en el caso de Beyer, sino también en el de todos los que encubrieron los abusos, tanto en el club como en la federación. Las acusaciones de abuso sexual se sitúan entre los años 70 y principios de los 90, y Beyer, después de entrenar a Abitbol, aún dirigió los equipos de patinaje nacional de Francia y, a principios del 2000, fue objeto de dos investigaciones por mala conducta.
En diferentes contextos, las víctimas y las personas valientes que las apoyan ya no tienen miedo de romper el silencio y denunciar los abusos sexuales sufridos, en muchas ocasiones durante años, por personas conocidas y cercanas, que han disfrutado de la protección de aquellas otras, cómplices, que con su silencio, indiferencia o apoyo, han permitido que estos abusos se perpetraran quedando impunes los acosadores. Las cifras de abusos sexuales a menores en Europa son alarmantes, uno de cada cinco niños y niñas es víctima de abusos sexuales y se estima que un tercio no lo denunciará. En el deporte hay ciertos factores de riesgo como, por ejemplo, que a menudo se toleran las conductas sexuales inapropiadas, se acepta la discriminación y la desigualdad entre hombres y mujeres, se tratan de evitar los escándalos y, por tanto, se silencian (Consejo de Europa).
Los movimientos sociales como el #Metoo han ayudado a concienciar a la sociedad de la necesidad de posicionarse de parte de las víctimas y actuar siempre cuando se conoce una situación de abuso sexual, porque la indiferencia es complicidad. Para que no se produzcan más casos como los que se han denunciado en Francia, los adultos tenemos un papel clave: proteger a la infancia, luchar contra la impunidad de los acosadores y cambiar “las reglas del juego”.
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