Quince años antes que el actual movimiento internacional #MeToo, se inició otra ruptura del silencio en las universidades españolas. Uno de los catedráticos denunciados gozó durante treinta años de impunidad para cometer el tipo de actos que aquí explicamos. Todo lo que aquí incluyo ya ha salido previamente en otros periódicos, radios y televisiones. Hay mucho más pero no puedo publicarlo todavía; al ser la primera víctima que denuncié a este catedrático con tanto poder en las estructuras universitarias, he sido y soy muy perseguida, pero no es eso lo que me importa porque tengo un creciente y maravilloso apoyo de periodistas, estudiantes, profesorado y de mi familia. Lo que me preocupa es que, dadas las muchas complicidades de los acosos en nuestras universidades y otras instituciones, si hiciera ya ahora públicas ciertas cosas, quien me atacó podría hacerse la víctima y denunciarme, incluso lograr que algún juez me condenara.
El periódico El País publicó algunos de los valientes testimonios que recogía un informe de la fiscalía que consideraba que este señor presuntamente había cometido delitos pero que ya habían prescrito cuando la universidad les envió la denuncia. Una estudiante sufrió presuntamente acoso del catedrático con correos electrónicos de alto contenido sexual. Tengo ganas de verte… Te quiero mucho… Para un chico de 60 años como yo un montón de actividad frenética en la cama… El sexo es una forma excelsa de comunicación… Vente un día a mi casa… Mi vida es un orgasmo, chica! A un estudiante le pidió hacerle fotografías en el torso y espalda, así como un masaje primero sobre la ropa y después sin ella. En otra ocasión, quedándose … en calzoncillos, masajeó al joven y le cogió el pene.
Una cascada de denuncias llevó a que no pudiera seguir con sus comportamientos dentro de nuestra universidad, pero pudo llegar al final de su jubilación sin ningún tipo de medida disciplinar. La sensación de impunidad genera que aparezcan en otras universidades de otros países denuncias similares al mismo catedrático. En el Semanario Proceso de México aparecía que los alumnos detallan que a las mujeres solía pedirles fotos de su torso desnudo o que soportaran sus proposiciones obscenas, ello a cambio de tener avances en la puntuación de la maestría”. En otro email a uno de los alumnos escribe: “Mándame una foto de tu banana por favor”. En otro dice: En Barcelona soleado, casi vacaciones de semana santa, i miss you, te imagino con buena vida, leyendo, masturbándote todos los días, soñándote, muchos besos en la punta de tu polla (sic).
En posteriores artículos de esta serie iremos explicando por qué un catedrático pudo tener estos comportamientos durante 30 años y seguir en su puesto hasta su jubilación, por qué lo puede seguir haciendo ahora en otro país. Informaremos de las estructuras universitarias que protegen estos comportamientos, los mecanismos de estas estructuras para intentar destrozarnos a las víctimas, la colaboración de la prensa amarilla con los acosadores, las complicidades activas o pasivas del profesorado universitario. Y también informaremos sobre las personas excelentes que, en sus periódicos, radios, televisiones, universidades, la justicia, … se ponen valientemente de parte de las víctimas y logran que dejemos de serlo y que, lejos de acabar destrozadas, disfrutemos del éxito al que nos lleve nuestra capacidad y ética profesional.
* Este artículo forma parte de Omertá en la Universidad, una serie de publicaciones que abordan la férrea ley del silencio que se ha generado en algunas universidades entorno al acoso sexual.
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