La tendencia de los últimos años de promover que la ciencia sea más abierta (es decir, que las investigaciones científicas sean accesibles para toda la ciudadanía) ha conseguido que lo científico sea más eficiente, que responda a desafíos sociales y que las personas confíen más y sean más receptivas en relación a todo lo académico.
En el artículo “Open Science, Open Data, and Open Scholarship: European Policies to Make Science Fit for the Twenty-First Century” [Ciencia abierta, información abierta y becas abiertas: políticas europeas para hacer que la ciencia se ajuste al siglo XXI], se presentan los pasos llevados a cabo desde la Comisión Europea (CE) para que esto sea así y se centra en qué se debe hacer para que los investigadores e investigadoras confíen en un sistema de recompensas e incentivos de modo que tengan un camino más despejado a la hora de conseguir el impacto social deseado de sus trabajos.
Para ello, según el artículo, la CE ha apostado por una política científica abierta que haga partícipe a la ciudadanía desde el descubrimiento y la revisión científica hasta el intercambio de conocimientos, publicaciones y divulgación. Pero el cambio que se ha de realizar se debe hacer en varias etapas, pasando por varias dimensiones.
Se debe tener en cuenta también que existe, a la vez, un valor y un riesgo, dos caras de la misma moneda, a la hora de iniciar este proceso y que lo complicado es conseguir que todas las partes interesadas, desde los ciudadanos y ciudadanas hasta los investigadores e investigadoras y quienes se encargan de llevar a cabo las políticas necesarias, vayan a la par, participen y se refuercen mutuamente para avanzar en la política científica abierta y su implementación.
Sea o no la Inteligencia Artificial la respuesta para fomentar una comunidad científica inclusiva, seamos o no la ciudadanía los y las que nos debamos implicar más, sean las políticas o no las que tengan que ser más inclusivas, resolver el desafío del nuevo siglo está en manos de todos y todas.
