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La Organización Mundial de la Salud (OMS o en inglés, World Health Organization) publicó el pasado miércoles un informe sobre el estado de la malaria en el mundo en 2019 [World malaria report 2019] en el que expone la situación actual de esta enfermedad.

La malaria, que se transmite por parásitos a través de la picadura de mosquitos, afectó el año pasado a 228 millones de personas, principalmente del África Subsahariana, de las cuales 405.000 fallecieron a causa de la enfermedad.

Este año el estudio también se ha centrado en las mujeres afectadas, muchas de ellas madres o embarazadas, así como en los niños y niñas. El informe ha revelado que alrededor del 61% de las mujeres se ven obligadas a dormir bajo una red tratada con insecticida, proporción que  en comparación con el 2010 (un 26%), ha aumentado notablemente. 

Esto nos pone en alerta, pues acarrea graves problemas para la salud: de acuerdo con la OMS, las mujeres embarazadas tienen una menor inmunidad a la malaria, lo que las hace más susceptibles a la infección, corren un mayor riesgo de anemia severa y, en los peores casos, de fallecimiento. También el embrión se ve afectado pues aumenta el riesgo de que el futuro bebé nazca prematuro, con peso bajo y esto, en muchos casos, conlleva la mortalidad infantil. Todo esto, sumado al acceso limitado de muchas de estas mujeres a los tratamientos o a los servicios prenatales adecuados, nos sitúa en un caso de intervención necesaria urgente.

La ONU, junto a la OMS, han declarado que es necesaria la financiación de una barrera que proteja a estas mujeres y a sus hijos e hijas proporcionándoles los tratamientos y la atención adecuados que merecen. Se deja la puerta abierta para que gobiernos u organizaciones necesarias se impliquen para cerrar las brechas de atención clínica en las zonas más vulnerables de nuestro mundo.

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