En 2017 Harvard Business Review valoró el Programa de Productos Equitativos como una de las mejores historias de éxito con impacto social del pasado siglo. La razón, haber conseguido erradicar la trata en el trabajo agrícola y el acoso sexual así como la vulneración de los derechos de las y los trabajadores en los campos de tomates. El programa se inició en Florida y a día de hoy se extiende al 90% de los campos de producción de tomate en EE.UU. Ahora se plantea que esta misma solución desarrollada allí pueda ofrecer una hoja de ruta en Europa, donde dicha vulneración extrema en el trabajo agrícola existe, como es el caso que saltó a la prensa en 2018 de las trabajadoras de la fresa en Huelva.
Tal y como informan los medios, la primera vez que salió a la luz esta problemática en Florida fue en 1990 y, al igual que recientemente se ha conocido en Europa, son las y los trabajadores agrícolas migrantes de otros países quienes son particularmente vulnerables, los que bajo la trampa del miedo y el aislamiento sufren los abusos.
En Europa recientemente conocimos los casos de acoso y agresión sexual a mujeres trabajadoras de la fresa en Huelva provenientes principalmente de Marruecos, pero también se conoce el caso de Turquía en que las y los refugiados sirios son quienes recolectan la mayor parte de las avellanas para el resto del mundo, mientras viven en tiendas de plástico al lado de la carretera, se les paga con pagarés y hay un alto índice de trabajo infantil. O en el sur de Italia, donde las mafias reclutan a inmigrantes de África directamente de sus refugios para recoger cítricos y tomates en condiciones de extrema vulnerabilidad al quitarles sus documentos de identidad y amenazarles con violencia si se van.
Para el contexto favorable en el que se dio la transformación de esta problemática en Florida fue clave la Coalición de Trabajadoras y Trabajadores Immokalee (CIW, en inglés), una organización pro derechos humanos de las y los trabajadoras desde 1993, hoy ya conocida internacionalmente por sus logros en los campos de responsabilidad social, trata de personas y violencia de género en el trabajo, que consiguió que a principios de la década de 2000 un fiscal de EE.UU. declarara “zona cero para la esclavitud moderna” los campos de tomates de Florida. Al mismo tiempo ponía en marcha el Programa de Productos Equitativos el cual trasladaba el problema a las y los consumidores, al exigir que las grandes compañías de alimentación continuaran manteniendo su buena reputación distribuyendo solo tomates que recolectados bajo unas condiciones de respeto a los derechos humanos de sus trabajadoras y trabajadores y etiquetados como productos justos.
A pesar de este éxito, no existen programas de alimentos equitativos en Europa que estén actuando de manera paralela. El gigante holandés de supermercados Ahold Delhaize y el grupo alemán ALDI tienen acuerdos de alimentos justos en EE.UU. y podrían ser quienes lideraran el camino del cambio en Europa, aunque, si no fuera así, también se señala que las y los consumidores podrían ser quienes responsabilizaran a las corporaciones internacionales.
Pues, como CIW ha demostrado, para que se dé el cambio hace falta conciencia y compromiso.
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