El debate sobre el acoso sexual en la universidad resuena hoy en todos los rincones y cuestiona la implicación de todos sus miembros. El profesorado, así como el resto de personal académico, personal investigador, asesores/as de políticas universitarias, tienen un papel importante y cada vez más activo en la lucha contra el acoso en su universidad y en los esfuerzos para combatirlo.
Estados Unidos se encuentra actualmente en la encrucijada entre un contexto marcado por movimientos como #MeToo o #TimesUp, a la vez que por los cambios contrarios en la era Trump – DeVos. La investigadora Simona Sharoni y el investigador Brian Klocke analizan en este artículo [Faculty Confronting Gender-Based Violence on Campus: Opportunities and Challenges] el papel del profesorado frente a la violencia de género en el campus, sus oportunidades y desafíos. Según ellos, pocas son las instituciones universitarias que han acogido con beneplácito el activismo del profesorado en este tema, sobre todo cuando se ha tratado de un apoyo directo hacia las víctimas y sus esfuerzos para transformar las políticas y la cultura de sus universidades.
Para este análisis, la autora y el autor han examinado la naturaleza y el alcance de la participación del profesorado en la confrontación de la violencia de género en los campus universitarios de Norteamérica entre 2014 y 2018. El análisis abarca tanto un rango de roles y responsabilidades que el profesorado ha asumido, como los desafíos y obstáculos a los que se ha enfrentado. A este estudio se añade el hecho que los mismos investigadores participan activamente en el colectivo Faculty Against Rape (FAR) [Profesorado en contra de las violaciones], con sede en Estados Unidos. Este colectivo se dedica a apoyar la participación del profesorado en la lucha contra la violencia de género en los campus.
Las protestas sociales y estudiantiles relacionadas al movimiento MeToo han llevado a las universidades a plantearse cómo incluyen al profesorado en la lucha contra el acoso. El artículo concluye con una lista de las mejores prácticas para la participación del profesorado en este sentido. En esta cultura del cambio, evitar involucrarse en la ruptura del silencio es como convertirse en un bystander pasivo (un espectador pasivo). Implicar al profesorado en la lucha contra el acoso es ya una solución al problema. Otra de las actuaciones de éxito descritas anima a las instituciones a invitar a los miembros de la universidad con experiencia en violencia de género a unirse a los comités o grupos de trabajo establecidos por la propia universidad, así como a evaluar programas y mecanismos centrados en la prevención y en la intervención. En la misma línea, apunta el estudio, es necesario que el tiempo y el trabajo emocional que los y las docentes han invertido en confrontar la violencia de género en el campus tienda a verse como un “servicio” y no, como generalmente ocurre, como contribuciones de personas vistas como “problemáticas”, aunque esta es aún una línea en la que se necesita más investigación.
Todas estas medidas apuntan a un nuevo rol que el profesorado está invitado a tener y las instituciones académicas a acordarles, y es el de intervenir, apoyar y superar el miedo a las represalias, ya que el activismo del profesorado es también necesario, de la mano del que ya ha demostrado serlo, el activismo estudiantil.
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