Sabemos por las investigaciones que una de las claves para prevenir el acoso y la violencia en los centros educativos es la implicación de toda la comunidad. También hay evidencias de que cuando hay un entorno seguro libre de violencia mejora el aprendizaje. Precisamente este es uno de los retos con el que se encuentran algunos equipos directivos que quieren liderar proyectos educativos transformadores: el de cómo crear una cultura escolar positiva, en la que apoyar a las víctimas y rechazar los comportamientos violentos sea un comportamiento valorado socialmente.
El artículo What Makes a Good School Culture, publicado por la Harvard Graduate School Of Education, nos da pistas de por dónde poder empezar. La creación de una cultura escolar fuerte y positiva empieza por crear conexiones profundas y sólidas entre todos los miembros de una comunidad. Según esta publicación, una cultura escolar será fuerte o débil en función de las interacciones entre los miembros de la comunidad, por lo que un proyecto directivo que pretenda crear una cultura cohesionada libre de violencia debería posibilitar cauces y oportunidades para poder fomentar interacciones entre los diferentes agentes educativos como familias, profesorado, estudiantes, equipos psicopedagógicos, voluntariado, etc.
Cuando las interacciones son fuertes es más fácil conocer el carácter distintivo de la comunidad, extenderlo y reforzarlo. Ya hay equipos directivos que están promoviendo la creación de asambleas generales de convivencia donde participan familiares, alumnado, profesorado y miembros de la comunidad educativa, y dialogan y consensúan normas para tener relaciones libres de violencia en el centro educativo y fomentar una cultura de violencia 0 desde los 0 años. Esto está permitiendo crear interacciones diversas e igualitarias que posibilitan un compromiso más profundo con esta cultura escolar, y que se extienda más rápidamente. Por el contrario, cuando la cultura es débil y las interacciones son nulas o escasas, como es el caso de las normas que se crean de forma vertical, elaboradas exclusivamente por el equipo directivo o unos pocos miembros del centro educativo, es más difícil que el conjunto de la comunidad aprenda las normas, las interiorice y se comprometa con ellas.
Algo que preocupa en ocasiones a los equipos directivos es cómo hacer llegar a las familias y a la comunidad los valores y rasgos distintivos de la escuela para que se sientan identificados con ellos. Esta publicación nos da otra clave: la importancia de la comunicación, del diálogo. Las creencias, los valores y las acciones que se llevan a cabo en un centro educativo se extenderán con más fuerza y llegarán más lejos si todos se comunican con todos. Es decir, si el diálogo cobra fuerza entre las relaciones que se establecen entre los equipos directivos y el profesorado, las familias, los administrativos, etc. y si, a la vez, toda la comunidad se comunica entre sí.
Para poder crear estos puentes de diálogo, algunas escuelas e institutos ya están creando comisiones mixtas de trabajo donde cualquier miembro de la comunidad puede participar para cumplir el sueño de una escuela mejor para todas y todos. En estas comisiones se da mucha importancia al diálogo igualitario que rompe con las estructuras jerárquicas de poder para abrir paso a relaciones igualitarias donde los argumentos tienen la fuerza y dotan de validez a cada aportación independientemente de que venga de parte de una directora o de una madre.
Otra de las claves para la creación de una cultura fuerte es que los mensajes que se den promuevan la colaboración, la honestidad y el esfuerzo. Estas son características de las escuelas que aplican las evidencias científicas en materia de mejora del aprendizaje y de la convivencia. Por ejemplo, en las jornadas de puertas abiertas a familias los equipos directivos podrían aprovechar para compartir con las comunidad mensajes como “todos y todas las estudiantes tienen potencial para tener éxito” u otro mensaje ya extendido en muchos centros educativos: “No Child Left Behind” (que ningún niño o niña se quede atrás). También es un buen momento para compartir la cultura de la no violencia con mensajes como “los amigos y las amigas siempre dicen la verdad” o “los amigos y las amigas se ayudan y protegen”.
Liderar proyectos educativos que no reproduzcan las desigualdades sino que las transformen es el motor que da sentido a muchas personas que forman parte de equipos directivos, que así pueden ser no sólo meros gestores, sino creadores sociales de culturas escolares seguras y libres de violencias.
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