Las movilizaciones de la población civil basadas en estrategias de resistencia no violentas son mucho más eficaces que aquellas que en las que sí se hace uso de la violencia. Así lo demuestra la científica, política estadounidense Erica Chenoweth, coautora de libros como “Why Civil Resistance Works: The Strategic Logic of Nonviolent Conflict” (Por qué funciona la resistencia civil: la lógica estratégica del conflicto no violento). Sin embargo, E. Chenoweth no comenzó su carrera académica con este parecer sino todo lo contrario. Siempre le han interesado especialmente los hechos histórico-sociales como las guerras civiles, las grandes revoluciones o fenómenos como el terrorismo, etc. y estaba convencida de que los cambios sociales que se habían sucedido a continuación eran una consecuencia de la acción violenta.
En 2006, cuando comenzaba su beca predoctoral, le retaron a demostrar su creencia y puesto que nadie había planteado nunca antes esta hipótesis inició una investigación junto a su colega Maria J. Stephan. A lo largo de la misma recopilaron todas las campañas que encontraron, tanto aquellas que llamaban a la movilización violenta como las que no, entre los años 1900 y 2006. Su equipo llegó a identificar más de 200 revoluciones con uso de la violencia y más de 100 no violentas. Tras analizar el éxito y las transformaciones que unas y otras habían conseguido, el porcentaje de las no violentas era del 53% frente al 26% en las violentas. Las evidencias son determinantes: “Aquellos países en los que hubo campañas no violentas tenían unas 10 veces más probabilidad que el resto, de transicionar a democracias en un periodo de cinco años, independientemente de que su campaña hubiera resultado exitosa o no”
En una entrevista para el Weatherhead Center for International Affairs, E. Chenoweth explicaba que las campañas de resistencia civil no violentas atraen y pueden involucrar a muchas más personas, en gran parte porque la participación cuando “tienes que coger un arma” es algo a lo que muchas no están dispuestas.
En su estudio Chenoweth, identifica cuatro claves fundamentales para conseguir que una campaña no violenta triunfe:
- La primera es una participación amplia y diversa que se sostenga en el tiempo.
- La segunda es que el movimiento sea capaz de provocar cambios en la lealtad de las fuerzas de seguridad hacia otras figuras de la élite. Las fuerzas de seguridad son importantes porque el tipo de reacciones que lleven a cabo en respuesta a la movilización van a marcar al final cómo de violento será el enfrentamiento con ellos y la campaña. En este sentido E. Chenoweth explica que es un factor decisivo interrumpir o bloquear los pilares que sostienen el statu quo.
- La tercera clave es que las campañas han de ser capaces de ir más allá de las protestas y que los métodos que se emplean sean muy diversos y variados.
- La cuarta es que cuando las campañas son reprimidas es muy importante no caer en la desorganización social u optar por la vía de la violencia. Usar la represión que se está sufriendo como pretexto para militarizar la causa es entrar en el terreno de juego del régimen o sistema que se pretende transformar, y una vez aquí es muy difícil salir airoso.
Un ejemplo de movilización civil no violenta que tuvo gran éxito fue el movimiento en Sudáfrica contra el apartheid, en el que, entre otras cosas, se organizó un boicot total a las empresas de los blancos. De esta forma las y los miembros de la comunidad negra seguían yendo a trabajar y percibiendo su sueldo, pero no compraban sus productos. Varios meses después los empresarios blancos entraron en crisis y acabaron exigiendo al gobierno del apartheid que hiciese algo al respecto, con el fin de aliviar su presión económica. Aquella situación exigía una importante organización por parte de la población negra ya que antes de comenzar el boicot debieron abastecerse de alimentos y otro tipo de productos, suficientemente como para cubrir sus necesidades durante un periodo de tiempo considerablemente largo.
Las campañas no violentas tienden a fortalecer a los moderados o reformistas dentro de las élites gobernantes, que poco a poco comienzan a iniciar cambios y liberalizar la política, afirma E. Chenoweth. En el caso de las movilizaciones contra el apartheid, fue el reformista Frederik Willem de Klerk quien resurgió en el mismo partido del gobierno y el líder sudafricano P.W. Botha renunció. De Klerk fue nombrado presidente en 1989, abrió las negociaciones con el partido del Congreso Nacional Africano (CNA) y posteriormente convocó elecciones libres en las que el CNA ganó abrumadoramente.
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