Mucho se habla sobre el potencial impacto negativo de las tecnologías digitales en la salud de los y las más jóvenes. Para examinar qué parte de esto es verdad y qué parte es mera especulación, los investigadores Amy Orben y Andrew K. Przybylski del Oxford Internet Institute, en la Universidad de Oxford, se han enzarzado en interesantes retos metodológicos para aportar algo de claridad y evidencia en el asunto. Los resultados han sido publicados recientemente en la revista Nature Human Behaviour (una de las revistas más nuevas del grupo Nature, centrada en el estudio del comportamiento humano), en el artículo The association between adolescent well-being and digital technology use [La asociación entre el bienestar del adolescente y el uso de la tecnología digital].

Partiendo de la falta de consenso en la literatura científica sobre este tema, no está claro hasta qué punto el tiempo que los y las niñas pasan delante de una pantalla puede afectar a su bienestar psicológico. Para analizarlo, Orben y Przybylski utilizaron tres conjuntos de datos, el Monitoring the Future [Monitoreando el futuro], Youth Risk and Behaviour Survey [Encuesta de riesgo y comportamiento juvenil] y el Millennium Cohort Study [Estudio de la cohorte del milenio] de Estados Unidos y de Reino Unido, sobre los cuales plantearon sus hipótesis y operaron.

La asociación que encontraron entre el uso de la tecnología digital y el bienestar de los adolescentes es negativa pero muy pequeña. Según estos resultados, el impacto negativo de la tecnología en el bienestar de los y las jóvenes sería solamente de -como máximo- un 0,4% de la variación en el bienestar. Orben y Przybylski argumentan que es necesario ver este dato a la luz del contexto más amplio. Cuando se hace esto, se evidencia que frecuentemente se atribuye tanto en el discurso público como en el científico, un peso excesivo al tiempo que los y las adolescentes pasan delante de las pantallas, pero la evidencia sobre este hecho es difusa. Para comparar con otros fenómenos sociales, los autores ponen como ejemplo el impacto de fumar marihuana o del bullying en el bienestar de los y las adolescentes, ambos con asociaciones negativas mucho mayores que el uso de la tecnología digital.

Teniendo esto en cuenta, la evidencia sugiere que los efectos de la tecnología pueden ser estadísticamente significativos, pero, a su vez, de poco valor para ser tenidos en cuenta en la práctica (por ejemplo, en el diseño de políticas). Los datos emergentes de esta investigación están en línea con investigaciones previas del campo de la psicología y la epidemiología; asimismo, advierten sobre la complejidad de realizar análisis sobre la asociación entre ambas variables -tiempo invertido delante de las pantallas digitales e impacto en el bienestar- ya que puede que haya factores que estén operando sobre ambas variables y que no se hayan tenido en cuenta.

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