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La Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH), firmada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948 en París, incluye en su lista de derechos humanos el artículo 27: 1. Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten. 2. Toda persona tiene derecho a la protección de los intereses morales y materiales que le correspondan por razón de las producciones científicas, literarias o artísticas de que sea autora. Como vemos, el derecho humano de ser plenamente partícipes de la ciencia pasa de puntillas incluso en el mismo artículo.

Por su parte, en el Artículo 2 se detalla que toda  persona  tiene  los  derechos  y  libertades  (…),  sin  distinción  alguna  de  raza,  color,  sexo,  idioma,  religión,  opinión  política  o  de  cualquier  otra  índole,  origen  nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición. De tal precepto nacen distintos debates: ¿artículos científicos de libre acceso o de pago?, ¿educación basada en modas y ocurrencias o bien en evidencias de éxito?, o bien, como ya destacamos en este diario, ¿es posible o incluso necesario aunar ciencia y feminismo? Dando respuesta a este último planteamiento, la feminista y Dra. Lídia Puigvert afirma nuestro derecho a conocer, usar y aportar evidencias. Pues son diversos ámbitos los que conciernen especialmente a la mujer: investigaciones sobre cáncer de mama o de útero, prevalencia de determinadas enfermedades con mayor tasa femenina, fecundación in vitro o violencia de género entre muchos otros.

Más allá de tener derecho a trabajar en ciencia, es imprescindible destacar la necesidad y el derecho  de vivir con ciencia. Únicamente teniendo acceso a evidencias científicas podremos superar lo que sin ciencia se convierten en inquebrantables barreras que nos perjudican como mujeres, que no favorecen nuestra calidad de vida. Disponer de ciencia supone disponer de verdad convirtiéndose así en un ejercicio de libertad. Cualquier mujer, indistintamente de cómo sea o de las experiencias que haya tenido hasta este mismo momento, tiene derecho a tener en su poder la verdad para así poder decidir con total libertad qué hacer en su futuro.

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