Maria Catarina Sumarsih es la madre de uno de los jóvenes muertos durante los enfrentamientos entre la policía y movimientos estudiantiles que tuvieron lugar en Indonesia tras caer la dictadura de Suharto (1967-1998). El país se llenó de manifestaciones que clamaban por las reformas que asegurarían un estado democrático. En una de ellas, Irawan, hijo de Sumarish, fue alcanzado por una bala mientras ayudaba a otras personas durante la manifestación.
Han pasado diecinueve años desde que Irawan fuera asesinado. Desde entonces, cada jueves, María Catarina Sumarsih se presenta frente al palacio presidencial para pedir justicia. La lucha de esta madre no cesa ni en época monzónica ni bajo el sol abrasador de los meses de verano.
Su constancia ha inspirado a otras familias de personas asesinadas o desaparecidas y a organizaciones que luchan por los derechos humanos violados durante aquellos conflictos. Cada vez más personas se reúnen portando paraguas negros con mensajes pidiendo justicia frente al palacio presidencial.
La constancia y la determinación de Sumarsih, quien lidera la Kamisan (kamis es jueves en indonesio) guarda cierta similitud con el movimiento argentino de las Abuelas de la Plaza de Mayo, quienes luchan por reencontrar a las cerca de treinta mil personas que desaparecieron durante el régimen militar en 1976. La solidaridad y apoyo entre mujeres teje hilos entre continentes y, aunque las situaciones frente a las que protestan son distintas, ambos movimientos se han apoyado mutuamente en sus reivindicaciones por los derechos humanos.
La lucha Kamisan resuena en el ámbito político. El actual presidente indonesio señalaba el pasado diciembre que afrontará la resolución de los crímenes pasados. Por su parte, el Alto comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Zeid Ra’ad al Husein, destacaba la constancia y la determinación inspiradora de Sumarsih. En todo el camino, jueves tras jueves, la madre asegura que el amor por su hijo es lo que la hace resistir.
