En el presente debate Margarita Alonso situa la maternidad subrogada en la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, mientras que Vanesa Prada plantea que se trata de una nueva esclavitud de la mujer.

Margarita Alonso



Libertad para decidir

Legislar sobre maternidad subrogada es un debate tan complejo como el de la droga o la prostitución. Ni siquiera dentro del feminismo hay consenso. Estoy  a favor de la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres y a favor del derecho de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos.

El debate de la igualdad hace 30 años se focalizaba en el acceso a la educación, pero ahora que las mujeres pueden estudiar las mismas carreras que los hombres y constatamos que no tienen la misma presencia en las carreras STEM (Ciencias, tecnologías, ingeniería y matemáticas), nos hemos dado cuenta de que el siguiente paso es que el cuidado pase a formar parte de la fórmula de la nueva masculinidad. Alberdi, nos muestra que los hombres ya  se niegan a renunciar al disfrute de ver crecer a sus hijos y reclaman más tiempo en el hogar. En este contexto es una buena noticia que los hombres gays quieran fundar sus propias familias.

Negarles esta opción, bajo el pretexto de que las mujeres no pueden ser vasijas al mejor postor, es discriminatorio con las parejas gays que no pueden irse a Estados Unidos u otras latitudes que ofrecen menos garantías a la gestante. También es un agravio comparativo frente a las mujeres lesbianas, a las que sí les está permitido pagar a los donantes de esperma. No se les remunera por su carga genética sino por las molestias incurridas al tener que acudir con cierta asiduidad durante los meses que se comprometen.

Además, es perfectamente legal en nuestro país pagar a las mujeres que donan óvulos, para que otras mujeres puedan ser madres. Tampoco se remuneran los ovocitos sino las contraindicaciones e inconvenientes que sufren debido a los tratamientos hormonales.

Gestar un hijo es duro, pero además conlleva riesgos y costes físicos y de muchas otras clases, sociales, laborales, personales, etc. Me parece descabellado que a la mujer que voluntariamente acceda a gestar para otros, lo tenga que hacer además asumiendo los costes y los riesgos.

Negarle a una mujer el derecho de gestar para otros es controlar su cuerpo y si es complejo legislar sobre maternidad subrogada es aún más complejo gestionar el vacío legal. Ahora que el debate sobre la brecha salarial y la libertad sexual de las mujeres está tan al rojo vivo, es necesario recordar que si las mujeres pretenden liderar no podrán retener también la vieja hegemonía del cuidado.

Vanesa Prada Sagaseta



Maternidad subrogada, nueva forma de esclavitud

Desde la Asociación Clara Campoamor se apuesta por utilizar una terminología más acorde a esta realidad: vientres de alquiler. Con ello, pretendemos poner en relieve la crudeza de esta práctica. La terminología “Maternidad subrogada”, se puede interpretar como una nueva carcajada de nuestro sistema de patriarcado, donde se normaliza una nueva forma de violencia contra las mujeres, ya esa práctica constituye una mercantilización del cuerpo de la mujer, que pasa a ser un mero recipiente u objeto.

Cuando una mujer pasa a ser valorada como un objeto, explotando lo más íntimo de su ser como es el útero, se vulneran todos los derechos que como persona le corresponden, por eso consideramos esta práctica deshumanizadora y manipuladora del cuerpo de la mujer.   

Es una práctica que obvia los inconvenientes físicos, psíquicos y emocionales ligados al embarazo, así como los riesgos. Nos encontramos ante un negocio mundial que pretende cosificar a la mujer como un mero útero. Además de poner precio a su útero, es una práctica de explotación de aquellas mujeres que se encuentran en situación de vulnerabilidad.  

La mayoría de los países europeos prohíben esta práctica, pero existen otros muchos que lo han convertido en un derecho, legalizándolo como son: India, Nepal, Estados Unidos, Rusia, Tailandia, etc. En cuanto a la situación legal de España, la legislación prohíbe la gestación por sustitución desde la aprobación en 1998 de la Ley 35/1988, de 22 de noviembre, sobre Técnicas de Reproducción Asistida (Ruiz, 2013).                                                                                                                                                                                                                                                             Nos encontramos con mujeres desprotegidas cuyo cuerpo pasa a reducirse a desempeñar un papel puramente instrumental, convirtiéndose en un “algo”, en una “cosa” de la que se puede disponer, descartándola como persona (Apirisi & López, 2012). En definitiva, es preocupante el mercado de mujeres, o mejor dicho, es indignante que se hayan creado granjas de mujeres con el fin de que las personas pasen de cumplir un deseo, como es el de la reproducción, a exigirlo como si de un derecho se tratase, llegando a traficar con los cuerpos de las mujeres.  

Los vientres de alquiler, SÍ son una forma de violencia contra las mujeres, ya que suponen una explotación de su propio cuerpo, que se convierten en meras simples vasijas vacías que deben satisfacer todos los deseos, incluido el de continuar con el linaje familiar (Pastor, 2017).  

Además, las personas que contratan esta maternidad subrogada, no sólo pagan un precio por el útero de una mujer, sino que también, pagan por el “producto”, es decir, por la/el recién nacida/o que pasa a ser una propiedad adquirida (Abelaria, 2015).

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