En el mundo de habla hispana, cuando alguien dice “paisana”, por lo general hace referencia a una persona con quien puede sentirse identificado por provenir ambos de la misma tierra. En el Perú de estos días, ese uso ha pasado a un segundo plano. Hoy, la primera referencia del término es un personaje de televisión que acaba de saltar al cine y que es acusado de promover racismo contra la mujer andina. En un país de andinos, precisamente.

La Paisana Jacinta resume todos los estereotipos atribuidos históricamente a la población indígena: sin dientes, maloliente, con un pobre manejo del castellano (producto de la influencia del quechua como primera lengua), vulgar, sin control de su agresividad ni de sus instintos. Su creador, el cómico peruano Jorge Benavides, decidió que estos rasgos fueran la clave del humor de su personaje. Y lo cierto es que no se equivocó. Desde 1999, año en que apareció por primera vez en televisión, a Jacinta no le han faltado seguidores. Pero tampoco protestas. Tantas, que el 2014 la ONU calificó el programa como ofensivo y, entre otras observaciones, recomendó al Perú tomar medidas para evitar que se promueva el racismo contra las personas indígenas en los medios de comunicación. Como consecuencia, el programa fue retirado, pero el personaje nunca dejó de aparecer en los medios.

Conscientes de eso (y de los beneficios económicos que ello supone), Benavides y asociados volvieron a la carga y esta vez por la pantalla grande. El 23 noviembre del 2017 se estrenó la película “La paisana Jacinta en búsqueda de Wasaberto” y desde entonces la polémica ha vuelto a arreciar. Por un lado, se han multiplicado las protestas de diversos sectores de la población, como colectivos contra el racismo, artistas, intelectuales o autoridades. Estas protestas van desde la recolección de firmas para que la película sea retirada de cartelera hasta denuncias al productor por incitar a la discriminación. Pero, del otro lado, la acogida de los espectadores ha sido contundente: más de quinientos mil espectadores en la tercera semana de proyección, lo que la coloca entre las películas más taquilleras del cine peruano.

La gran aceptación del personaje es uno de los principales argumentos de sus defensores: si Jacinta tiene aceptación es porque responde al humor popular, a un tipo de cultura que la mirada elitista del crítico no acepta como tal. Así, quienes critican al personaje son en realidad los discriminadores, los poco tolerantes. Otro argumento apunta a una particular manera de entender el ejercicio de las libertades y el rol del estado. Para periodistas como Federico Salazar, cuando el ministro de Cultura llama a repudiar la película, está asumiendo un papel de “Gestapo de la moral” que dictamina qué debe o no debe darnos risa, y ello se le antoja tan inconcebible. “Es como si un ministro de la Producción dijera: ‘Rechazo y repudio’ los helados Z del fabricante Y, o ‘Rechazo y repudio’ los servicios de la peluquería F”, dice.

El humor no es neutro. ¿De qué manera hace daño la Paisana Jacinta?

Aunque Benavides insiste en que no hay una mujer como Jacinta en la realidad, su personaje sí representa a personas que históricamente han sido vistas de esa manera y que aún hoy “son denigradas y humilladas en esos términos”, como señala el escritor Jorge Frisancho. Promover el humor a partir de esa mirada contribuye a perpetuar la humillación, por tanto no es un acto inocente ni neutro. El ministro de Cultura, Salvador de Solar, lo planteó de esta manera: ‘Hace un tiempo estábamos habituados a que las cachetadas y jaloneos a las mujeres provocaran risa. Hoy nos damos cuenta de que no es tan gracioso’. ¿Es gracioso burlarse de un sector marginado y poco favorecido como las migrantes andinas del Perú? Por lo demás, reclamar la no intervención del estado en este asunto es casi como pedir que no intervenga aun cuando los helados que se venden en el mercado contengan veneno, como señala Frisancho. Los productos culturales no deberían ser ajenos a la supervisión y a la obligación de no hacer daño, afirma.

Consecuencias concretas

¿De qué manera hace daño la Paisana Jacinta? Para Tarcila Rivera, representante de la asociación andino-amazónica Chirapaq, Jacinta genera vergüenza en las mujeres indígenas. Lo ve, por ejemplo, cuando algunas de sus dirigentes llegan a Lima. “Lo primero que hacen (…) es quitarse el sombrero porque si lo tienen puesto no las atienden bien en las oficinas públicas, se burlan de ellas en las calles” afirma. También se han reportado denuncias de bullying en escuelas en las que niñas indígenas son llamadas Jacinta de manera despectiva.

Ese menosprecio por la identidad indígena que el personaje promueve colisiona con los intentos por construir una sociedad que entienda su diversidad cultural como un valor. La cantidad de público que ha ido a ver la película y el hecho de que esta se mantenga en cartelera un mes después de su estreno dan cuenta de lo arduo que seguirán siendo estos intentos.

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