
Quienes afirman que la sentencia no es machista porque una de las juezas ha ocupado un cargo de género demuestran así que no apoyan a las víctimas de sus entornos o que ocultan la realidad. Ocupar un cargo de igualdad no es ninguna garantía de posicionarse a favor de las víctimas. De hecho, muchas veces, quienes nos hemos atrevido a denunciar el acoso, nos hemos encontrado con la paradoja más dolorosa: que las personas que más nos han revictimizado no han sido los agresores directos, sino algunas mujeres que, desde sus cargos de igualdad, han elegido someterse al poder de su institución antes que proteger a las víctimas.
Haber sufrido situaciones de acoso en más de una ocasión nos ha permitido ver un patrón que duele reconocer: el poder, cuando no se utiliza con responsabilidad, perpetúa la violencia, incluso cuando se ejerce en nombre de la igualdad. Nos encontramos con discursos vacíos de solidaridad y protocolos que se aplican selectivamente, dependiendo de quién denuncia y de a quién se denuncia. Nos enfrentamos al silencio cómplice, a la banalización de nuestro testimonio y, lo que es aún más cruel, a ser acusadas de exagerar, de malinterpretar, o incluso de poner en riesgo la estabilidad del colectivo. El problema no es el género, sino el mal uso del poder para callar, deslegitimar y controlar el relato.
Hay muchas mujeres, cada vez más, que usan sus cargos para posicionarse a favor de las víctimas. Hay otras que no lo han hecho nunca, que estuvieron criticando a las víctimas de sus entornos hasta el mismo minuto que las propusieron ocupar un cargo y entonces se pusieron el disfraz de “feministas”. Hay otras que cuando no tenían poder apoyaban a las víctimas, pero, cuando descubrieron que tendrían más cargos y premios si se pasaban al bando de quienes nos atacaban a las víctimas, usan su poder para lo contrario de lo que decían antes de tenerlo.
Por eso, es urgente dejar de idealizar los cargos vinculados a la igualdad y empezar a exigir una verdadera rendición de cuentas: lo que vale es el posicionamiento siempre a favor de las víctimas y de quienes nos apoyan. La lucha contra el acoso no puede depender de voluntades individuales ni de intereses corporativos. Necesitamos personas realmente comprometidas con las víctimas, que conozcan bien las evidencias científicas para saber cómo actuar, con independencia de quién ocupe el cargo y de las relaciones que tenga dentro de la institución.
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Primera víctima en ganar un caso en las universidades españolas. Coordinadora del Metoo University.
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