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El pasado 28 de junio, se celebró el Consejo, anual, de Derechos Humanos de la ONU (ACNUDH) sobre los derechos de las mujeres. En su discurso de apertura Volker Türk, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, dijo que se había producido un progreso extraordinario gracias al movimiento internacional de mujeres e insistió, concretamente, en la necesidad urgente de eliminar las leyes y prácticas que perpetúan la violencia económica contra las mujeres y las niñas.

Se trata de un tipo de violencia y abuso que es menos visible pero igualmente dañina que otras formas de violencia de género. V. Türk destacó que esta forma de violencia, que incluye la negación de recursos financieros y la explotación económica, sigue siendo una barrera que impide alcanzar una mayor igualdad de género. Estos obstáculos no sólo limitan la independencia y autonomía de las mujeres, sino que también perpetúan ciclos de pobreza y marginación. 

El Alto Comisionado señaló que este tipo de violencia a menudo se ve amparada por marcos legales de naturaleza discriminatoria y que para lograr una mayor igualdad, es necesario revisar y reformar estas leyes y prácticas exclusoras y desigualitarias y garantizar a las supervivientes apoyo y un acceso a la justicia equitativo. V. Türk instó a los Estados a emprender acciones concretas para desmantelar esas barreras legales, recomendando además de esa revisión y enmienda de leyes discriminatorias,  la implementación de políticas de igualdad salarial, el fomento del acceso a determinados recursos financieros, la protección contra la discriminación laboral y una educación y capacitación que preparen a las mujeres y las niñas para competir en igualdad de condiciones en el mercado laboral.

El mensaje del Alto Comisionado sirve de recordatorio a los Estados de que la igualdad de género y los derechos de las mujeres, también los económicos, pasan por la erradicación de cualquier tipo de violencia de género y, en este sentido, se trata de una responsabilidad colectiva. Los gobiernos, el sector privado, la sociedad civil y las organizaciones internacionales deben trabajar conjuntamente para acabar con ella y construir un futuro donde todas las personas independientemente de su género, puedan prosperar. El esfuerzo sostenido por parte de los países en la transformación de las estructuras sociales y económicas que perpetúan las desigualdades será clave a la hora de acercar a las mujeres la igualdad de derechos y oportunidades, construyendo así un mundo más justo y equitativo para todas las personas.

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