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Según ha publicado ONU Mujeres recientemente, una parte considerable de la investigación sobre violencia de género se centra en un número escaso de prestaciones, casi siempre aquellas que tienen que ver con las ayudas económicas a las víctimas. Sin embargo, estos servicios también incluyen las políticas, programas, mecanismos de entrega y características administrativas enfocadas a la protección de las víctimas. La organización afirma, también, que la mayor parte de los estudios se centran en la violencia perpetrada por la pareja íntima y la violencia doméstica. En este sentido, las evidencias también muestran que la violencia no se da sólo en un modelo de relación afectivo-sexual y, de hecho, las cifras en las relaciones esporádicas, especialmente entre las personas jóvenes, son muy preocupantes. 

Sin perjuicio de los esfuerzos que la comunidad internacional viene realizando desde el enfoque de la prevención en lo que atañe a la respuesta que desde las instituciones se ofrece y la prestación de los servicios de protección social, ONU Mujeres, afirma que las limitaciones que presenta la perspectiva actual sobre la eficacia de los mismos, los desaprovecha y perjudica el impacto que podrían llegar a alcanzar. 

Esta reflexión y la preocupante realidad que mostraba el informe titulado La Pandemia en la Sombra, sobre el estado de la violencia de género en el mundo, han motivado que la organización haya realizado una revisión de la literatura científica por pares a través de 48 artículos centrados tanto en la protección social como en la violencia de género que ha dado como resultado un documento, Addressing violence against women through social protection: A review of the evidence, en el que se identifican qué caminos aprovechan mejor la protección social dirigida a las víctimas. 

El objetivo de este trabajo, es que quienes se encargan de formular las políticas no se limiten a un enfoque de intervenciones singulares y de corto alcance sino que piensen en cómo diseñar sistemas que abran oportunidades para prevenir y hacer frente a la violencia contra las niñas y las mujeres, basándose en lo que mejor ha funcionado hasta el momento. Así pues concluye con una serie de recomendaciones que clasifica en tres ámbitos que son el de las políticas y su diseño, a nivel técnico y las necesidades de investigación, es decir, aquellas áreas y facetas de la violencia de género en las que la sociedad necesita más evidencias.

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