La sociedad ha enfrentado nuevos retos en todos sus ámbitos originados por la pandemia COVID-19, entre ellos, los efectos producidos por el aislamiento en la salud mental de personas adultas, jóvenes y niños y niñas.
Durante este periodo de confinamiento, la población infantil y adolescente en acogimiento residencial ha tenido que asumir nuevos desafíos, como la interrupción del contacto con familias o referentes, la asistencia a clases online o una mayor angustia emocional o control de la ira y, de la misma manera, las instituciones y sus equipos de profesionales han tenido que aunar esfuerzos aumentando la carga laboral para proporcionar todo el bienestar y seguridad posible a los niños, niñas y jóvenes con quienes trabajan.
En el estudio publicado en 2021 en la revista científica ‘Child Abuse & Neglect’, We stick together! COVID-19 and psychological adjustment in youth residential care, que forma parte del proyecto CareMe, se analiza la adaptación psicológica de 243 adolescentes de edades entre los 12 y los 18 años en 21 centros de acogimiento residencial antes y después de la pandemia, con el objetivo de conocer el impacto de la misma en su bienestar psicológico y de las actuaciones llevadas a cabo por las instituciones y sus profesionales.
A través de un cuestionario sociodemográfico y el Reynolds Adolescent Adjustment Screening Inventory (RAASI), utilizado para medir los problemas de ajuste psicológico y angustia emocional, se utilizaron además estos 4 ítems para evaluar cómo se manejaron los y las adolescentes ante el confinamiento: “Siento que me acerqué a algunos y algunas jóvenes en el acogimiento residencial durante este periodo”, “sentí que pasar más tiempo con los cuidadores o cuidadoras durante este periodo fue bueno para mí”, “sentí que era importante pasar más tiempo con otros y otras jóvenes”, “estar todos juntos o todas juntas sin poder salir nos unía más”.
Los resultados de la investigación revelaron que la cohesión estaba ligada al malestar emocional, demostrando que una vez que el vínculo emocional y los niveles de afecto son mayores, se producen con menor intensidad y frecuencia los estados de ira y de ansiedad. A pesar de la poca investigación actual sobre los efectos de la pandemia en esta población, estudios como este revelan la importancia de las interacciones de calidad entre profesionales y menores, y que los equipos formados, mas allá de la asistencia, son claves para promocionar sus niveles académicos y el desarrollo de un apego que mejore su estabilidad emocional en ambientes seguros y cohesionados.
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