¿Cómo se hace carrera en la universidad? ¿Cómo se consigue una plaza de profesora o catedrática?

La respuesta fácil y corta es a través de un concurso en el que se gana esa plaza. Pero quienes estamos en la academia sabemos que hoy para ganar estos concursos tienes que tener méritos: se tienen en cuenta tus contribuciones y el impacto que han tenido, dónde has publicado, los proyectos que has liderado o en los que has participado, la docència impartida, ponencias… Y sin pretender que este proceso es perfecto y totalmente imparcial, sí permite establecer una serie de criterios objetivos que te permiten orientar tu trabajo en la dirección deseada y te sitúan en igualdad de condiciones con el resto de candidatos y candidatas. 

Lo que pocos quieren saber y a algunos les gustaría recuperar es el sistema anterior, sin criterios objetivos. Eso significaba que para hacer carrera tenías que rendir pleitesía al catedrático de turno, al más puro estilo feudal, ya que de su gracia dependía tu progresión profesional o no. No es difícil de imaginar en un sistema así la cantidad de abusos, incluidos sexuales, a los que las personas en las situaciones más precarias se veían sometidas, sin ningún tipo de protección o recurso en el que ampararse. Someterse o abandonar; ser parte de la resistencia y asumir las consecuencias. Por el sistema anterior, mujeres brillantes vieron cómo los tribunales evaluaban negativamente sus publicaciones al más alto nivel porque los acosadores a quienes no se habían sometido “leían” el artículo y “veían” que su calidad era mala. Con el sistema meritocrático, esas mismas mujeres han podido ganar concursos en las mismas universidades de las que se las expulsó y han continuado allí su lucha contra el acoso.

Como ya he apuntado, el sistema ha mejorado mucho, se sigue revisando y se siguen proponiendo mejoras. Una de estas propuestas es la de seguir los criterios de la Declaración sobre la Evaluación de la Investigación (por sus siglas en inglés, DORA). Lo que propone DORA es que en vez de medir el impacto de una publicación tomando en cuenta el Factor de Impacto de la revista en que ha sido publicada, se mida el impacto del artículo en sí mismo. Consecuentemente, sugiere que no se tengan en cuenta las métricas de revistas (pero sí las métricas del artículo) en las evaluaciones de financiamiento, contratación, titularidad o promoción de las personas investigadoras, sino que estas se basen en contenido científico; que también se tenga en cuenta el impacto de otros productos de la investigación además de las publicaciones, y que las personas que serán evaluadas conozcan los criterios de antemano. 

 

Sin embargo, el hecho de que DORA desmarque la evaluación del uso de las métricas de las revistas, como por ejemplo el Factor de Impacto, lleva a algunos y algunas a decir que la mencionada declaración defiende una evaluación no basada en méritos, sino en los aspectos cualitativos de la persona investigadora. Este tipo de afirmaciones no solo mienten sobre los principios que recoge dicha declaración, sino que son un intento desesperado y torpe de volver al pasado. A esa universidad feudal en la que se debía rendir pleitesía. A que nos presentemos a una plaza que ya haya sido asignada a dedo a otro. A que personas que no han hecho ninguna contribución científica de impacto decidan qué es y qué no es ciencia, quién pasa y a qué precio, y quién no lo hace. A que la selección esté en manos también de acosadores sexuales. 

Defender DORA y las evaluaciones meritocráticas nos alejan del feudalismo en la universidad y en la academia, y nos acercan a una ciencia de mayor calidad y mayor impacto para todos y todas.

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