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Los peores momentos del acoso pueden describirse con la frase que aquí parafraseamos y que fue escrita por Rabindranath Tagore, el primer autor no occidental en recibir el Premio Nobel de Literatura. Cuando arreciaban el acoso sexual de primer y segundo orden, las verdaderas amistades y las mejores personas, en lugar de alejarse o mirar para otro lado, se solidarizaban activamente en público y en privado.

Algunas personas que decían que eran amigas demostraban su verdadero fondo manteniéndose en silencio o alejándose para que no les rozara alguna de las calumnias que lanzaban contra nosotras. Otras amigas demostraban serlo de verdad difundiendo en las redes nuestra postura y la denuncia de quienes nos atacaban; todavía más importante, nos acompañaban en los peores momentos sellando unos sentimientos que, como algunas raíces, ya nadie podrá nunca arrancar. Personas que no habíamos conocido hasta entonces aparecían, como estrellas en la noche, dándonos ánimos para vivir con alegría bajo su luz y su protección.

En nuestro paso de víctimas a supervivientes, esa mejor elección de nuestras amistades ha sido muy importante. Por suerte, ya no tenemos alrededor esas que decían ser nuestras amigas y no merecían serlo. Nos acompañan ahora amistades y personas mucho mejores, con quienes es fácil mantener la ilusión de seguir trabajando intensamente para que nadie tenga que pasar por lo que nosotras hemos pasado. 

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