Clotilde Cerdá, más conocida por su nombre artístico, Esmeralda Cervantes, fue una concertista de arpa que nació en 1861, en Santa Cruz de Tenerife.
Esta concertista se reveló en su infancia como un prodigio del arpa. De hecho, a los doce años ya tocaba en la orquesta de Richard Strauss en Viena. A los catorce, fue nombrada profesora honoraria de arpa en el Conservatorio del Liceu.
Clotilde Cerdá obtuvo un gran éxito y prestigio en su época, fue admirada por los grandes músicos e intelectuales del momento, actuó ante monarcas y en los mejores teatros del mundo: toda Europa, América… En su repertorio entraron obras de compositores de su época y de su propia creación. Compuso una docena de obras para arpa. Las profundas convicciones religiosas de la arpista la llevaron a hacer beneficencia para parroquias en distintos países; a recibir la bendición papal en 1875 de S. S. León XIII, y a escribir música religiosa como Invocación a la Virgen de Montserrat (Op. 7) y Salutation Angélique -Ave María- (Op. 12).
Y escribió el libro Historia del arpa.
Pero pronto, la arpista dio a conocer otros intereses en los que se implicó profundamente. Se destacó como antiesclavista, defensora de la clase obrera y de los derechos de la mujer.
En 1865 fue una de las principales impulsoras del movimiento antiesclavista.
El 21 de febrero de 1875, se crea el llamado Liceo Esmeralda, institución que surge bajo la protección de Alfonso XII, la reina madre y la princesa de Asturias. El presidente sería el gran Felipe Pedrell, como secretario firma el escritor Saturnino Giménez Enrich, y Esmeralda como la presidenta honoraria.
Asimismo, puso en marcha junto con la doctora Dolors Aleu i Riera una institución educativa femenina de alto nivel, la Academia para la Ilustración de la Mujer, que tuvo que cerrarse por falta de apoyo institucional. Se trataba de la Academia de Ciencias, Artes y Oficios de la Mujer. Este centro de enseñanza era un intento de profesionalizar a la mujer, para que tuviera una oportunidad más allá de los «estudios tan incompletos como frívolos» de la época. Pero la falta de apoyo institucional y las grandes deudas la obligaron a cerrar la academia sólo dos años después.
El secretario de la reina regente María Cristina, el conde de Morphy, le escribió una carta en la que desaprobaba que se dedicase a asuntos políticos en vez de centrar su esfuerzos en su carrera como artista.
Lo cierto es que apenas es recordada, pero en su época fue muy conocida, un personaje fascinante, más recordado en Cuba y América del Sur que aquí, donde no acabó de ser reconocida del todo.
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