La UNESCO y la organización Plan International alertan de que el cierre de escuelas producido por la COVID-19 en todo el mundo afectará especialmente a las niñas. La COVID-19 ha obligado a cerrar escuelas en 185 países, lo que aumentará las posibilidades de abandono escolar, empeorará la brecha de género en la educación e incrementará el riesgo de explotación sexual, embarazo precoz y matrimonio precoz y forzado.
La UNESCO calcula que, del total de los y las estudiantes inscritas en la educación en todo el mundo, más del 89% actualmente están fuera de la escuela por la COVID-19. Esto se traduce en que aproximadamente casi 743 millones de niñas no están asistiendo a los centros educativos.
A esta situación se suma que casi 111 millones de ellas viven en los países menos desarrollados del mundo, donde obtener una educación de por sí ya es una lucha. Ejemplos son Sudán del Sur, Mali o Níger, países con los niveles más bajos de escolarización y finalización de estudios en el caso de las niñas, que han dejado sin clases a más de cuatro millones de ellas.
En el caso de las niñas que viven en campos de refugiados o que son desplazadas internamente, los cierres de las escuelas serán los más devastadores según la UNESCO, porque ya se encuentran en condiciones desventajosas.
Una de las consecuencias que tendrá esta crisis humanitaria es que, cuando vuelvan a abrir las escuelas, muchas niñas no regresarán a ellas, se habrán quedado en el camino, si no se hace nada.
Pero podemos aprender de otras crisis como fue la del ébola y de las iniciativas que se pusieron en marcha para minimizar el daño a las niñas y jóvenes. Durante el pico de la epidemia del ébola, cinco millones de niños y niñas fueron afectadas por los cierres de escuelas en Guinea, Liberia y Sierra Leona, los países más afectados por el brote, y los niveles de pobreza aumentaron considerablemente con la interrupción de la educación. Según Plan International, muchas niñas se quedaron en sus hogares asumiendo responsabilidades domésticas y de cuidados y sin recibir ningún tipo de educación. Pero hubo iniciativas comunitarias como los “clubes de niñas” o campañas de sensibilización con el fin de promover su educación que llevaron a que menos niñas sufrieran los efectos adversos y más niñas pudieran continuar con el aprendizaje.
Un estudio demostró que el cierre de las escuelas aumentó la vulnerabilidad de niños y niñas a sufrir abusos físicos y sexuales por parte de sus iguales o de hombres mayores. Otro problema fue que, debido al fallecimiento de los sostenes de familia y a la destrucción de los medios de vida, muchas familias optaron por casar a sus hijas, esperando equivocadamente protegerlas. Otro estudio demostró que en Sierra Leona, el embarazo adolescente aumentó un 65%, hecho que se relaciona con la falta de un entorno protector como es la escuela.
Del brote del ébola podemos aprender que la educación es un vía de escape, como dice la UNESCO “las protege de la violencia y la explotación, y les ofrece aptitudes y esperanza para un futuro prometedor”.
Ahora que se están formulando políticas ante el cierre de las escuelas por periodos indeterminados, la UNESCO insta a los Gobiernos a que protejan los avances en pos de la educación de las niñas mediante las siguientes seis acciones con base empírica, sensibles al género y acordes al contexto:
- Multiplicar la capacidad de los docentes y las comunidades para seguir manteniendo la concienciación comunitaria sobre la importancia de la educación de las niñas.
- Adoptar prácticas adecuadas para la enseñanza a distancia, no solo soluciones digitales de difícil acceso. Podrían consistir en enviar al hogar material de escritura y lectura y emplear programas de radio y televisivos para llegar a los grupos más marginados.
- Garantizar que las niñas reciban formación en las competencias digitales necesarias, incluidos los conocimientos y las aptitudes que necesitan para mantenerse seguras en línea.
- Preservar los servicios básicos como la alimentación y la protección social, convirtiendo las escuelas en puntos de acceso para apoyo psicológico y distribución de alimentos, y trabajar con todos los sectores para garantizar servicios sociales alternativos y apoyo por teléfono, mensajes de texto u otras formas de comunicación.
- Implicar a los jóvenes y, en particular, a las niñas, para moldear las decisiones sobre su educación.
- Garantizar el regreso a la escuela de las niñas cuando reabran las instalaciones. Podría resultar necesario que las niñas que vuelvan a la escuela tomen cursos de recuperación y de aprendizaje acelerado.
Las niñas y las jóvenes son un colectivo especialmente vulnerable en esta crisis de la COVID-19, ya que la no asistencia a las escuelas las deja mucho más desprotegidas. Por suerte, la educación va más allá de los muros de las escuelas, las comunidades educativas pueden ser mucho más extensas, pueden en estos momentos demostrar su unión, fortaleza y solidaridad que será la mayor protección para millones de niñas de todo el mundo. Una educación que transforme las dificultades en posibilidades, como decía Paulo Freire, será nuestra arma más poderosa para vencer esta injusticia.
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