Una de las conquistas humanas más importantes ha sido la Declaración Universal de los Derechos de la Infancia. Reconocer sus derechos y trabajar para que cada niña y niño de cualquier país del mundo vea cumplido este mandato universal es garantizar la protección a la infancia.
No fue fácil conseguir un consenso internacional. Si repasamos la historia, las Naciones Unidas aprobaron en 1952 una Declaración de los Derechos del Niño. Fue un acto necesario pero insuficiente legalmente, esta Declaración no tenía carácter obligatorio.
Por eso, en 1978 el Gobierno de Polonia presentó a las Naciones Unidas la versión provisional de una Convención sobre los Derechos del Niño. Veinte años de negociaciones fueron necesarios para que gobiernos de todo el mundo, líderes religiosos, ONG y otras instituciones aprobaran el texto final de la Convención sobre los Derechos del Niño el 20 de noviembre de 1989 con carácter de obligatorio cumplimiento para todos los países que la ratificasen.
La Convención sobre los Derechos del Niño se convirtió en ley en 1990, después de ser firmada y aceptada por 20 países, entre ellos España. Hoy ya ha sido aceptada por todos los países del mundo, excepto Estados Unidos.
Tener el marco legal es un primer paso, pero no el único. El siguiente es asegurar que se cumple cada uno de los derechos en cada niña y en cada niño del mundo. Por este motivo, UNICEF ha publicado un reciente informe haciendo balance de los logros conseguidos hasta el momento y los retos a trabajar para garantizar que los derechos son aplicados en cualquier contexto, especialmente en el colectivo de niñas y niños más vulnerables, a los que hay que ofrecer una atención mayor.
