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Últimos análisis sobre el Olweus Bullying Prevention Programme [Programa de Prevención de Matones] siguen contribuyendo a la evidencia de que la prevención enraizada en la participación de la comunidad es una de las herramientas más poderosas. No todo vale para nuestras escuelas. Llega el comienzo del curso escolar y con él debemos volver a poner entre nuestras prioridades la erradicación de la violencia y el acoso escolar. Los hallazgos y el interés de los programas más punteros en la erradicación de la violencia escolar siguen respaldando y profundizando en la premisa de que un programa de prevención basado en la escuela y en la comunidad tiene el potencial de reducir las tasas de incidentes violentos en ambos contextos. Las escuelas tenemos un papel central en los esfuerzos para reducir estos hechos y promover factores protectores que conduzcan a cambios reales.

DF ya ha publicado sobre el Modelo Dialógico de Prevención y Resolución de Conflictos (MDPRC) y el Club de los Valientes, como una de las maneras más eficientes de poder acabar con esta lacra. Actualmente contamos además con nuevos resultados de la investigación Spatial Analysis of the Impact of a School-Level Youth Violence Prevention Program on Violent Crime Incidents in the Community (Análisis espacial del impacto de un programa de prevención de violencia juvenil a nivel escolar en incidentes de delitos violentos en la comunidad) que puso en marcha el Olweus Bullying Prevention Programme en 3 escuelas públicas de contextos vulnerables, cuyos estudiantes tienen de 10 a 18 años. El estudio aborda el objetivo de evaluar el impacto de un programa de prevención basado en la escuela, sobre los incidentes violentos a nivel comunitario realizados por jóvenes.

Este programa incluye múltiples componentes para abordar los factores de riesgo de las conductas de bullying y promover las competencias sociales y conductuales que fomenten las relaciones positivas entre pares. Entre ellos, la inclusión de las familias es un papel imprescindible para liberar de violencia, de forma efectiva, a las comunidades. Igualmente, otros componentes que destacan y dan vida a un trabajo comunitario por la erradicación de la violencia son:

  • Optar por una organización cooperativa que lidere la capacitación del personal y asegure el conocimiento de las reglas antiacoso de la escuela, a través de reuniones periódicas con estudiantes y familias.
  • Asegurar la conciencia de los componentes de intimidación, consensuando cómo cumplir las reglas antiacoso de la escuela y realizando reuniones regulares de clase con los y las estudiantes, incluyendo contenidos sobre prevención del acoso escolar, habilidades que abordan los factores de riesgo y de protección y una definición conjunta del proceso de intervención.
  • Proporcionar a los estudiantes un clima y un entorno positivos de socialización, prestando especial atención a este aspecto y extendiendo sus principios y mensajes anti-bullying a la comunidad.
  • Aumentar la conciencia de los comportamientos de acoso escolar alentando a los y las estudiantes a informar de ello y reforzando la intervención inmediata de las maestras y maestros, junto con las reuniones periódicas con estudiantes y familias.

Como maestra valoro imprescindible contar con estudios de este tipo que nos sirvan a las comunidades educativas a trazar acciones en nuestro día a día que aseguren la reducción al máximo de la violencia en nuestras escuelas y, además, que ello repercuta en nuestras comunidades.

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