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La mutilación genital femenina (MGF) y el matrimonio infantil son prácticas reconocidas internacionalmente como una violación de los Derechos Humanos y atentan gravemente contra la salud y la libertad de niñas y mujeres. Hasta ahora, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), Etiopía era el segundo país de África con mayor tasa de MGF, afectando, aunque es difícil conocer las cifras reales, a aproximadamente 23,8 millones de niñas. Del mismo modo, respecto al matrimonio infantil, a pesar de haber descendido en los últimos años, según el Fondo de la ONU para la infancia (UNICEF) el porcentaje de chicas que se casaron antes de los 18 años continúa siendo de un 40%.

Sin embargo, esta es una realidad que está cambiando. Desde su nombramiento como primer ministro en abril de pasado año, Abiy Ahmed está apostando por la defensa de los derechos de las mujeres. Para ello, ha conformado un gabinete prioritario y propuso a la presidenta del país Sahle-Work Zewde, y la del Tribunal Supremo, Meaza Ashenafi. Ambas cuentan con una trayectoria dedicada a la lucha por los derechos de todas las mujeres y son referentes en organismos internacionales.

De este modo, el gobierno etíope ha presentado un plan con el que pretenden acabar con la MGF y el matrimonio infantil en cinco años. Este plan se articula en torno a cinco estrategias: empoderar las adolescentes y sus familias; implicar a las comunidades, incluidos líderes religiosos y tradicionales; reforzar los sistemas, la rendición de cuentas y los servicios en todos los sectores; crear y fortalecer un entorno que permita alcanzar las metas; y aumentar la generación de datos y pruebas y su uso.

Aunque ahora es el gobierno quien por fin ha decidido tomar medidas reales para acabar con estas reglas, esta lucha está siendo llevada a cabo desde hace años por multitud de personas, y destacan algunos casos de mujeres y niñas.

Por ejemplo, en la erradicación de la MGF el movimiento “Uncut Girl’s Club”, encabezado por la joven de 16 años Alminesh, realiza formaciones a sus familiares y compañeros para sensibilizar y concienciar sobre las consecuencias de la MGF. Además, se apoyan entre ellas cuando sufren estigma por no habérseles practicado la mutilación. O en el caso del matrimonio infantil, un ejemplo referente es el de Yekaba. Esta joven, cuando tenía 12 años, se dio cuenta de que su familia planeaba casarla con un hombre que le doblaba la edad. Fue tan valiente como para buscar ayuda en su colegio, que contaba con un buzón para escribir las cosas que les diesen miedo, especialmente el matrimonio infantil. Su profesor la ayudó desde el primer momento y la comunidad también se movilizó. La familia, al ver el interés de Yekaba por continuar sus estudios y al preocuparse por su felicidad, decidieron cancelar el matrimonio y ahora animan a otras familias a que hagan la misma reflexión.

Así, vemos en la lucha que están llevando en Etiopía un claro ejemplo que rompe con el relativismo cultural y el pensamiento del “todo es válido”. La vulneración de los derechos humanos que pone en riesgo la vida de millones de mujeres y niñas no puede defenderse como cultura. Así lo están demostrando tantas niñas y niños, hombres y mujeres que desde sus valores, su valentía, desde la solidaridad con sus compañeras y el amor por su familia, están logrando acabar con la mutilación genital femenina y el matrimonio infantil.

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