Las mujeres no nacemos envidiosas o competitivas, no existe ninguna evidencia que lo demuestre. Aunque la tendencia a pensar que somos así por parte del imaginario social comienza a invertirse gracias al avance del feminismo, encontramos este mensaje presente a nuestro alrededor de diversas formas y maneras: personajes de cine o series que son así, canciones, programas televisivos con mucha audiencia entre jóvenes, celebrities que se convierten en referentes, etc.
Sin embargo, sí existe y podemos encontrar todo un cuerpo teórico, en el ámbito de la investigación, que demuestra cómo en los procesos de socialización influyen en gran medida las interacciones con las personas, y especialmente los iguales, del entorno. Por ello, dependiendo de la calidad de las mismas, si se basan en los mejores sentimientos o no, o si asumen este discurso que se nos impone sin cuestionarlo, nuestra socialización reproducirá en mayor o menor medida las estructuras creadas y reproducidas por el patriarcado.
Interiorizar que somos así como algo normal afecta a cualquier área de nuestras vidas, no obstante, los ámbitos académico y el laboral son entornos en los que se puede apreciar cómo muchas mujeres han asociado que, para triunfar, tienen que ser agresivas, tener carácter, ser atrevidas o incluso violentas. De este modo muchas chicas y mujeres acaban asumiendo un rol que es propio de una masculinidad hegemónica tradicional e imitando un modelo que nos ha mantenido oprimidas durante siglos. Las implicaciones sociales de la falta de solidaridad van muy lejos. La solidaridad femenina es necesaria para erradicar la violencia de género pero, además, la falta de valores y principios no solo acaba incurriendo en actitudes que no benefician en lo colectivo, tampoco en lo individual. Tal y como afirma Howard Gardner en una entrevista para La Vanguardia, han comprobado a través de la investigación en Harvard Project Zero que sólo se llega a la excelencia cuando, además de tener eficacia técnica, se és una persona ética y comprometida con el interés común.
Para ello desde las escuelas se puede contribuir a que las niñas se puedan imaginar en el futuro alcanzando sus metas practicando los mejores valores. Algo que sin duda contribuirá es trabajar bien con los referentes que ensalzamos y mostrar siempre aquellas personas cuya obra vaya ligada a la coherencia y solidaridad en sus vidas. Existen muchos ejemplos, aunque no sean los que muchas veces se visibilizan y mayor éxito alcanzan, de personas que han conseguido sus sueños, e incluso mucho más de lo que algún día imaginaron, y han realizado grandes aportaciones a la humanidad, siendo profundamente solidarias, y las niñas y los niños tienen derecho a conocerlas.
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