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Varios estudios sobre el rol de la mujer en la Educación Superior en Europa han ido demostrando cómo el llamado academic housework (trabajo doméstico) supone una barrera más para poder acabar con la brecha de género en la Universidad, pues son las mujeres las que realizan más tareas relacionadas con la atención al alumnado, la participación en comisiones, grupos de discusión o la organización de actividades para promocionar la vida comunitaria en los campus, entre otras.

El estudio más reciente, Testing the concept of academic housework in a European setting: Part of academic career-making or gendered barrier to the top?, dirigido por Thamar Heijstra, profesora de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Islandia, se ha centrado en el análisis de estas tareas domésticas académicas, en quién las desarrolla y en qué medida suponen una barrera de género para llegar a puestos altos de responsabilidad. Llevado a cabo en seis universidades de seis países europeos (Islandia, Bélgica, Holanda, Italia, Eslovenia y Suiza), se constata que este tipo de tareas afectan de manera diferente a mujeres y hombres en sus condiciones de trabajo y en su carrera hacia la excelencia universitaria.  En una entrevista publicada por el diario El País, Heijstra afirma que las mujeres se involucran más en construir comunidad dentro de la universidad, tiempo que pierden para poder investigar.  

Esta investigación vuelve a poner sobre la mesa la brecha de género en la Educación Superior y la posición de desventaja que ocupan las mujeres frente a la promoción laboral, y se destacan dos factores. Uno de ellos es el tiempo que ellas dedican a la atención y asesoramiento al alumnado, tanto en temas académicos como también personales, algo que refuerza el informe Women professors and the academic housework trap, de la Universidad de Bristol, cuando concluye que la mayoría del estudiantado se siente más cómodo en el despacho de una profesora que en el de un catedrático -algo que nos debería hacer reflexionar, comenta Heijstra-,  o un estudio actualizado en el año 2010 del CSIC donde también se constataba que las tutorías académicas realizadas por profesoras se solían extender al apoyo personal.

El otro factor es el de la ocupación por parte de las mujeres de puestos de trabajo de menor responsabilidad. Y es que el academic housework está infravalorado, además de restar muchas horas de trabajo destinado a la investigación y a lograr méritos para promocionar. Y es que entre los requisitos para lograr la excelencia en la carrera universitaria se valoran, sobre todo, comportamientos masculinos: muchas horas de trabajo, competitividad y poca manifestación de emociones.

En España, varios estudios han demostrado que la brecha de género en la Universidad existe. Según señala Eva Alcón, rectora de la Universitat Jaume I y delegada de Políticas de Igualdad de la CRUE (Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas), existe sólo un 17% de mujeres en cargos de responsabilidad y un desequilibrio importante en el reparto de funciones. La prioridad, para Alcón, es la de conocer en qué momento de la vida académica se produce la brecha de género.  

El estudio de Heijstra aporta evidencias en torno a estas cuestiones. Y es que cada vez son más las investigaciones centradas en las mujeres y su papel en el mundo universitario que buscan la manera de romper las barreras de la desigualdad.

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