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El pasado 16 de septiembre tuvo lugar en París el Congreso Internacional de la Sociedad Respiratoria Europea, en el que la doctora e investigadora postdoctoral, Lisa Miyashita, junto al profesor Jonathan Grigg, ambos de la Universidad Queen Mary, de Londres, presentaron su investigación acerca del hollín del aire contaminado, que puede llegar a la placenta de las mujeres embarazadas.

Tras investigar, con permiso previo, las placentas de cinco mujeres que dieron a luz por cesárea, cuyos bebés nacieron sanos y salvos, los y las investigadoras se centraron en unas células concretas: los macrófagos placentarios. Estas células se encargan de proteger al cuerpo de bacterias y partículas contaminantes y, por tanto, también contribuyen a la protección del feto. De 3.500 células investigadas, encontraron que 60 de ellas contenían pequeñas partículas de carbono. Se continuó investigando más a fondo sobre ellas y se encontró, como primera evidencia, que las partículas de carbono pueden ser engullidas por las vías respiratorias, sobre todo las partículas más grandes, y así se mueven a través de la circulación hasta llegar a la placenta. Eso no significa que estas partículas entren al bebé directamente, pero solo con llegar a la placenta podrían tener un impacto directo sobre el feto.

El estudio, que lleva por nombre Do inhaled carbonaceous particles translocate from the lung to the placenta?, sugiere que al afectar estas partículas al feto, el futuro o futura bebé podría nacer prematuramente o tener problemas respiratorios futuros.

Y por ello es necesario un control sobre la polución, porque no solamente afecta al cambio climático, sino también a las futuras generaciones. Esto no significa que tengamos que verlo desde una perspectiva negativa; este indicio nos puede conllevar a la toma de decisiones para incrementar el cambio positivo en nuestras vidas.

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