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El pasado martes la Agencia Catalana de Noticias publicaba que el Colegio Oficial de Psicólogos  ha detectado episodios de violencia de género con una frecuencia más alta de lo habitual en la zona afectada por la DANA. Otro de los colectivos que más preocupa es el de los menores y es que tras un desastre natural, la vulnerabilidad de las niñas y los niños también se incrementa significativamente. En situaciones de este tipo, las investigaciones evidencian un alarmante aumento en el riesgo de ser víctimas de violencia ya que factores como el caos, la separación temporal o pérdida de los o las menores de su núcleo familiar, el estrés económico, el afrontamiento negativo del mismo, por ejemplo a través del consumo de sustancias o unas condiciones de vivienda y refugio inseguras, pueden crear -si no hacemos nada por evitarlo- contextos inestables en los que no se asegure el bienestar de la infancia. Tras revisar algunos artículos científicos y recomendaciones de organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud, hemos extraído cinco aspectos sobre los que centrar la atención y los esfuerzos para mitigar y prevenir el impacto de la violencia infantil en estas crisis:

  • Garantizar los espacios seguros y servicios esenciales: 

En contextos de desastre, el acceso a espacios seguros puede reducir en mucho el riesgo de violencia. Al crear y/o fortalecer lugares específicos para la infancia, como pueden ser las escuelas que aseguran la atención educativa y el cuidado a su alumnado, los centros de atención temporal o refugios especializados, ofrecemos un entorno protegido en el que los niños y las niñas pueden recibir apoyo y atención. También el acceso a servicios esenciales de salud, alimentación y protección emocional, lo cual ayuda a reducir las vulnerabilidades que enfrentan tras el desastre.  

  • Fortalecer las redes de solidaridad comunitarias y el apoyo familiar:

Las redes de apoyo solidarias en la comunidad juegan un papel crucial en la protección infantil, ya que pueden detectar y mitigar situaciones de riesgo. Es fundamental que estas redes fomenten la cooperación entre familias, organizaciones locales y entidades gubernamentales. Los esfuerzos comunitarios ayudan a reducir los factores de estrés que, de otro modo, podrían llevar a incidentes de violencia. Programas como INSPIRE ponen el foco en la importancia de involucrar a personas de la comunidad con capacidad de liderazgo y capacitar a las familias para manejar el estrés post-desastre de la manera más saludable posible. 

  • Proporcionar apoyo psicológico y psicosocial a menores y sus famílias:

Los desastres naturales producen un alto impacto psicológico tanto en niños y niñas como en sus cuidadores, aumentando el estrés, el trauma y el riesgo de que todo ello se gestione a través de comportamientos violentos. La provisión de apoyo psicosocial y psicológico es clave para abordar estos traumas y reducir la probabilidad de violencia. Será crucial que los programas de atención se basen en evidencias de impacto social que demuestran mejorar la vida de las personas para que no se contamine con información que puede ser ineficaz o incluso bulos.

  • Implementar protocolos de protección infantil en refugios y centros de acogida:  

Es muy importante que todos los espacios cuenten con marcos de protección infantil que ayuden a prevenir abusos y maltratos. Estos protocolos incluyen la capacitación del personal y voluntariado en las evidencias de impacto social para la prevención así como la detección de señales de abuso, la vigilancia activa y el establecimiento de canales de denuncia accesibles y seguros. La supervisión constante también es muy importante de cara a la protección de menores en estos entornos.

  • Establecer políticas de prevención y reforzar los sistemas legales:

A nivel institucional, es fundamental que existan políticas específicas y sistemas legales que protejan a la infancia en situaciones de desastre. Los marcos legales deben adaptarse para responder a las necesidades de emergencia, garantizando el acceso a recursos de protección, asistencia y justicia para la infancia. Estas políticas incluyen desde el seguimiento y monitoreo de casos de violencia hasta la asignación de fondos y recursos con el fin de responder con rapidez y eficacia.

La prevención de la violencia infantil en contextos de crisis o posteriores a un desastre natural, requiere un enfoque integral que combine la creación de espacios seguros, las redes de solidaridad y cuidado, la intervención psicosocial y políticas robustas de protección. Cinco aspectos que para nada son incompatibles con los valores y sentimientos que sabemos que más protegen de la violencia como son el sentimiento de solidaridad, amistad y el amor. El compromiso y la voluntad de salir de estas situaciones fortalecidos pueden ayudarnos, si queremos, a ofrecer lo mejor de cada uno. 

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