Los trabajos relacionados con la limpieza, como el de las camareras de piso o las trabajadoras domésticas, ya enfrentaban situaciones laborales precarias antes de la pandemia, y ahora se recrudecen. Especialmente aquellas personas que se dedican al trabajo doméstico y que tienen una situación irregular, en su mayoría mujeres, temen por su salud y por sus ingresos en estos tiempos. El dilema al que se enfrentan es claro: si trabajar y arriesgarse a exponerse al virus, o quedarse en casa y perder la posibilidad de mantener a sus familias. La solución no es fácil, ni única.
En algunos casos, las trabajadoras domésticas ven que la carga de trabajo se ha incrementado en las últimas semanas: no solo tienen que limpiar más, sino que en los casos en los que hay niños y niñas en casa, sus cuidados se añade a su lista de labores mientras las madres y los padres trabajan desde sus casas, según relata Luz en su entrevista para el New York Times. Sus turnos de 10 horas al día, aunque más agotadores, se refleja en el mismo sueldo que antes.
El riesgo comienza nada más salir de casa. Sin embargo, la situación ya era difícil antes de la pandemia, y ahora se recrudece para quienes no quedarse en casa no es una opción, por ser el único sustento del hogar. La labor de quienes trabajan para personas enfermas, discapacitadas, o de la tercera edad es clave en estos momentos, ya que el bienestar de los colectivos más vulnerables depende en buena medida de sus servicios.
Leticia relata cómo su empleadora y empleador le ofrecieron continuar pagándole como habitualmente, aunque no acudiese a trabajar, para que pueda quedarse con su hija y minimizar el riesgo de contagiar o de contraer el virus. En nuestras ciudades, calles, edificios, incluso familias, hay muchas personas como Luz y Leticia, que enfrentan situaciones de precariedad laboral recrudecidas con la pandemia. También en sus historias hay hilos de solidaridad que ayudan a abrazar la esperanza de que todo irá bien.
