En el caso de que, por ejemplo, un niño de 7 años haya tocado sin consentimiento los genitales de forma recurrente a una niña de la misma edad, de ninguna manera se puede hablar de “juegos”. Es simple y llanamente una agresión sexual. La sufre una persona que es menor de edad y es, por lo tanto, especialmente vulnerable.
Hay escuelas en las que se dice que este tipo de situaciones son juegos típicos de la infancia y que los utilizan para explorar. Es una mentira que encubre, legitima y promueve las agresiones sexuales. Siempre que no haya consentimiento, estamos hablando de una agresión sexual.
Si a una mujer de, por ejemplo, 30 años le tocan los genitales recurrentemente sin su consentimiento, no deberíamos dudar de que es una agresión sexual. No hay manera razonable de pensar de otra manera en cualquier otra circunstancia. No es un juego, es una forma de intento de sometimiento.
Y es que, además, en el ejemplo del niño y la niña de 7 años, estamos hablando de menores de edad.
Desde una perspectiva de tolerancia 0 con las agresiones sexuales, no es comprensible que se trate de justificar una agresión sexual. Allí donde se justifica, es imposible crear espacios seguros.
Esta sección de DF analiza las masculinidades. Pues bien, en estos casos también es un tema fundamental. Si decimos que todos los niños son iguales, no fomentaremos que haya niños que se posicionen contra este tipo de agresiones, y, por supuesto, no distiguiremos entre los que agreden y los que no agreden y se posicionan contra estas agresiones. Si no distinguimos entre diferentes tipos de masculinidades, esto contribuirá a fomentar las agresiones sexuales. En cambio, fomentar y visibilizar las masculinidades que se posicionan contra las agresiones sexuales, contribuye a combatir la violencia sexual. La perspectiva NAM es muy útil para ello.
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