El pasado verano la prensa informó sobre un joven que había asesinado a un chico de 11 años asestándole 11 puñaladas. El joven declaró que quien había matado al niño no era él, sino su copia. Este comentario puede parecer extraño a muchas personas, pero resulta muy familiar para una parte del profesorado, ya que han recibido una formación en la que se explica que, cuando una persona ataca a otra en el entorno escolar, quien agrede no es la misma persona, sino una copia suya. En esta formación se pretende aligerar el peso de la responsabilidad de la persona agresora por los ataques que comete, un objetivo que se formula de forma explícita. Cabe destacar que no existe investigación publicada en revistas científicas de prestigio que demuestre que esta formación reduce la violencia escolar y mejora la convivencia. Es evidente que con estas ideas no es posible. Lo previsible es que, si el profesorado lleva a la práctica lo aprendido en esta formación, la violencia aumentará notablemente en su escuela.
Este tipo de formaciones docentes encajan bien con varias ideas que algunas personas utilizan para justificar las agresiones. Es habitual oír hablar de “la mochila”. Se dice que la persona agresora sufre condiciones que la llevan a cometer estos ataques. Sin embargo, no se explica, por ejemplo, por qué la mayoría de las personas que sufren esas mismas condiciones y también tienen su «mochila» no realizan este tipo de actos. Simplemente, es una forma de diluir la responsabilidad de la persona agresora y, por lo tanto, una forma de diluir la posibilidad de que esta persona deje de agredir y que otras personas dejen de sufrir algo que, bajo ninguna circunstancia, deberían sufrir.
La factoría de excusas y maniobras de distracción es amplia y variada. También ocurre que, cuando sucede una agresión, sexual o de otro tipo, hay quien activa el “ventilador de la porquería” y trata de achacar cosas a otras personas con el objetivo de difuminar la responsabilidad de quien cometió la agresión, dando a entender que todo el mundo ha hecho algo reprobable y, por lo tanto, la agresión es una cosa más entre tantas. Por supuesto, también hay quienes intentan difamar, aislar o aprovecharse de otra persona, y, cuando por fin la víctima les da la espalda, intentan darle la vuelta a la tortilla, presentando a la víctima como agresora simplemente por haberles dado la espalda. Habitualmente, encontrarán quien les dé crédito.
Fomentar este tipo de actuaciones conlleva, entre otras cosas, dar protagonismo a las masculinidades tradicionales, para las cuales machacar al resto es un modo de vida. No se promueve el tipo de masculinidad que se posiciona contra las agresiones.
No eludir responsabilidades es fundamental para neutralizar las agresiones y mejorar la calidad de las relaciones entre personas. Es un objetivo viable. La solución ya existe.
Club de Valientes Violencia 0 tiene como objetivo que las personas que son testigos de agresiones se posicionen frente a ellas. Se protege a la víctima, y a la persona agresora se le hace entender lo cutres que son estas actitudes y que no tienen cabida en este grupo de personas. Es entonces cuando se puede fomentar la transformación.
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