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Actualmente, existe una creciente demanda por parte de la ciudadanía y de la sociedad en general para que se deje de utilizar como referentes académicos a personas que han cometido violencia sexual contra menores. El estudio The impact of referencing academics who have defended and exercised pederasty, publicado en la revista científica ‘Sexes’, analiza por primera vez la incoherencia de muchos académicos y académicas a la hora de posicionarse respecto a diferentes autores o autoras de renombre que han cometido abusos sexuales contra menores y las consecuencias de dicha incoherencia según las voces de la ciudadanía. Para ello, se realizaron análisis de las redes sociales y entrevistas a 16 personas de entre 27 y 70 años de diferentes profesiones, entre ellas profesorado universitario, trabajadores de la construcción y abogados jubilados. Los resultados muestran tres consecuencias principales de esta incoherencia: promueven la desconfianza social hacia esos académicos, pues no hay coherencia entre lo que dicen y lo que hacen; contribuyen a normalizar y promover la pederastia y la impunidad hacia los abusadores, creando una sensación de que “todo vale”; y, además, buscan silenciar y revictimizar a las víctimas, lo que crea un contexto de gran vulnerabilidad.

En España, en particular, esta incoherencia se observa muy claramente cuando surgen casos de abuso sexual infantil en la Iglesia. Desde sectores políticos, académicos, científicos sociales y otros ámbitos se condena firmemente la pederastia y otras formas de violencia sexual ejercidas por algunos sacerdotes y se culpa a las instituciones de silenciar a las víctimas y proteger a los abusadores. Sin embargo, no se muestra el mismo posicionamiento ante todos los casos de pederastia o violencia de género. Por ejemplo, muchas personas han tratado de silenciar la violencia de género cuando ha sucedido en las universidades españolas atacando a quienes han apoyado a las víctimas.

La tendencia de algunos y algunas “intelectuales” a ignorar o excusar el abuso sexual infantil perpetrado por académicos y académicas dentro de su campo, no es un fenómeno aislado, sino más bien un reflejo de un problema social más amplio. Algunos autores y autoras ignoran o racionalizan selectivamente el abuso sexual infantil o la violencia de género cometidos por colegas o por figuras como Althusser, Foucault o Simone de Beauvoir. Al hacerlo, el mundo académico contribuye a una cultura de silencio y complicidad que perpetúa el ciclo de la violencia sexual al proteger a los abusadores y marginar a las víctimas.

Este estudio concluye que continuar manteniendo como referentes intelectuales a personas que han defendido y ejercido la pederastia no sólo dificulta su eliminación, sino que la normaliza y la potencia provocando graves consecuencias para las víctimas y supervivientes y haciendo que la infancia sea más vulnerable a esta violencia. Este asunto es especialmente grave cuando las personas que tienen como referentes a esos autores o autoras son académicos con gran influencia política y social. Esto puede llevar a la desprotección de los niños y las niñas, ya que estos académicos pueden llegar a influir incluso a la hora de elaborar legislaciones y discursos públicos. A su vez, esto también puede dejar desprotegidas a las personas o grupos que defienden y apoyan a las víctimas, pudiendo aumentar la violencia de género aisladora.

Ante esta situación, resulta especialmente importante crear un contexto en el que las personas puedan hablar de estos temas sin ser atacadas. Crear estos espacios de diálogo puede ayudar a la sociedad, y especialmente a las generaciones futuras, a encontrar personas coherentes que dicen lo que hacen, contribuyendo así a proteger mejor a la infancia y a construir sociedades más seguras.

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