En muchas instituciones y entornos son menos de un 1% las personas que hacen activamente los comportamientos tipificados internacionalmente como violencia de género (VG). Son muchos más, alrededor de un 5%, quienes hacen violencia de género aisladora (VGA) contra quienes apoyan las víctimas y supervivientes. A quienes ejercen directamente acoso sexual se unen en la VGA quienes quieren desprestigiar a los upstanders por diferentes motivos como los celos personales, las envidias profesionales o la competencia por unas mismas posiciones o recursos. Los acosadores sexuales directos saben muy bien que las acusaciones que difunden son mentiras, pero les resultan eficaces buscando el “calumnia que algo queda”. Quienes se unen activamente a difundir esas calumnias por otros motivos también saben que son falsas aunque les conviene pensar que quizá no lo sean porque les resultan eficaces para sus objetivos.
En el otro extremo, están las únicas personas realmente no sexistas, igualitarias, valientes, las que apoyan a las víctimas de VG y también a las de VGA. El problema es que todavía son también una pequeña minoría que en muy pocas ocasiones llegan al 5%. No miran para otro lado, no callan ante cualquier agresión. Cuando están en una conversación donde se difunden esas calumnias, no solo salen a decir que son mentiras sino que también dejan muy claro que forman parte de la VGA colaborando así con la perpetuación de la VG directa.
La mayoría, más del 90% en casi todas las instituciones, entornos y situaciones, permanece pasiva, no habla en contra de quienes apoyan a las víctimas pero tampoco en contra de quienes las agreden. Se quieren ver como neutrales, se justifican diciendo que no tienen evidencias y pruebas de los hechos, no se consideran responsables de nada. Sin embargo las evidencias científicas internacionales, dejan muy claro que esa actitud es uno de los componentes imprescindibles para la perpetuación de la VG y la VGA. Por eso, la mayoría de campañas llaman a cambiar esa pasividad por actividad, a pasar de bystanders a upstanders, aunque con frecuencia ni quienes hacen esas campañas ponen en práctica esas propuestas. Hay incluso profesorado que explica a su alumnado que esa es la actitud a tener ante el bullying y miran para otro lado cuando ven esas calumnias en internet. También por eso las legislaciones y jurisprudencias comienzan a tener en cuenta que conocer un delito y no denunciarlo es también un delito.
Toda esta situación la estamos cambiando y quienes leen y difunden los artículos de Omertá están siendo upstanders y por tanto las personas igualitarias y valientes que son imprescindibles para lograr lo que todo el mundo dice y todavía pocas personas hacen: erradicar la VG y la VGA.
PhD de la Universidad de Wisconsin-Madison
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