
Solo una pequeña minoría de intelectuales lo criticamos en 1980. Los “intelectuales” nos atacaron con tres típicas defensas del agresor que desgraciadamente se siguen usando, aunque en una intensidad muchísimo menor que entonces. Hemos avanzado y es muy importante que quienes lo hemos vivido desde dentro expliquemos la historia para que no se siga deformando como ahora se hace.
Primer ataque: Estáis metiéndoos en la vida privada de un gran intelectual, no sabéis lo que ha pasado, qué situación ha ido gestando ese final, dos no se pelean si uno no quiere. Ahora hubiera sido condenado, hace 40 años no lo fue, con una legislación que ya ha sido derogada, se decidió su internamiento en un psiquiátrico.
Segundo ataque. Hay que separar su vida de su obra. Cuando ya casi nadie se atrevía a defender en público su feminicidio, se concentraron en este segundo ataque. A lo largo de estas décadas, muchísimas personas (de muy diversas ideologías, culturas, géneros) hemos logrado transformar la sociedad lo suficiente para que hoy quien estrangula a una mujer sea un feminicida y se le trate como tal. Sin embargo, todavía hay que dar avances muy importantes, todavía hoy en la mayoría de las universidades se nombra para cargos de igualdad a quienes han estado y están en contra de las víctimas y lógicamente fomentan la violencia de género aisladora contra quienes apoyamos a las víctimas y supervivientes.
La idea de separar la obra de la persona se presenta como que podemos condenar a la persona y no por eso dejar de usar alguna de sus aportaciones, como por ejemplo un descubrimiento científico, una composición musical o una buena silla. Sin embargo, con mucha frecuencia con esa idea se defiende de toda crítica a quienes han acosado sexualmente o hacen violencia de género aisladora, por muy mala que sea su obra. Este es el caso de Althusser, él mismo reconoció que había escrito “Para leer el capital” sin haber leído “El capital”, y todas las personas que sí leemos las principales obras de las diferentes ciencias sabemos que es un impostor. Su mediocridad intelectual es del mismo nivel que la del famoso defensor de la pederastia y la violación: su alumno y amigo Foucault. No es que se defienda su obra, aunque haya hecho violencia sexual, sino porque la ha hecho, sirviendo así esa defensa para disculpar otras violencias de género todavía no denunciadas.
Tercer ataque. Cuando ya casi nadie se atreve a defender en público (en privado algunos lo siguen haciendo) su feminicidio y su mediocridad intelectual se sigue defendiendo algunas partes de sus afirmaciones. Althusser creó el modelo de la reproducción, como siempre escribiendo sobre lo que no había leído, cuya principal conclusión es que los resultados educativos dependen del nivel socioeconómico y por tanto la escuela no sirve para superar desigualdades sino solo para reproducirlas. Basta escuchar a tertulianos o asistir a conferencias de quienes nunca han mejorado los resultados de ninguna escuela para saber que esa afirmación pseudocientífica de Althusser sigue muy presente. Uno de los ataques a quienes lo criticamos es que lo hacemos porque estranguló a su mujer, lo cual nos impide reconocer su “gran aportación”.
Seguimos y seguiremos avanzando, ningún ataque, ninguna calumnia, ninguna amenaza, ninguna represalia conseguirá nunca reestablecer aquella omertá en la que personajes como Althusser tenían impunidad para sus acosos y sus mediocridades.
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Primero del mundo en los rankings científicos internacionales en la categoría “Gender Violence”
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